Fracasa el quinto intento de desalojo en una finca okupada de Ciutat Vella

La falta de agentes ante el centenar de manifestantes obliga a posponer el desalojo del piso número 2 en el edificio de Caixers al próximo 14 de mayo

Desalojo del centro social okupado 'Ca la Caixeta'

Daniel Tortajada

Claudio Moreno

Claudio Moreno

El juzgado número 5 de València había programado a las 9.15 de la mañana el desalojo de un piso okupado en el 2 de la calle Caixers. A esta hora, una veintena de agentes de la Policía Nacional esperaban órdenes del juez y un centenar de jóvenes coreaba consignas reivindicativas junto a la céntrica finca. Rompiendo la calma tensa, desde el corrillo de agentes se acercó un miembro de la comitiva judicial y entregó un folio a una portavoz de los manifestantes. Esta se abrió hueco entre los compañeros, pidió silencio y gritó la noticia: “Se pospone el desalojo al 14 de mayo a las 9.15 horas”. 

Según explicó después el portavoz de la parte judicial a los chavales allí congregados, los agentes trasladaron su incapacidad para acceder al edificio porque los manifestantes les superaban en número por mucho, de modo que el juzgado había reculado y había decidido conceder un mes de cortesía a la persona que actualmente reside en el piso número 2 de la citada finca. 

Los jóvenes celebraron su victoria –parcial– junto a un edificio que se ha convertido en un símbolo de resistencia para el movimiento okupa de la ciudad. La historia viene de lejos. El fondo de inversiones Good Capital S.L se hizo con la finca completa y fue echando poco a poco a los vecinos, denuncian en el colectivo, con “técnicas de mobbing y extorsión sin renovarles los contratos de alquiler”. Aguantaron únicamente una mujer con contrato de renta antigua y una mujer con un hijo pequeño que decidió quedarse como okupa hasta que los Servicios Sociales le encontraran una alternativa habitacional. 

Ante esta situación, un grupo de chavales anticapitalistas se rodeó de plataformas por la vivienda como Veïnat en Perill d'Extinció y Entrebarris para acompañar en el proceso de expulsión a las dos vecinas que aún aguantan en el 2 de Caixers, y además pasaron a la acción política okupando ellos mismos el resto de viviendas de la finca y el bajo comercial, que han convertido en un espacio comunitario de talleres y programación cultural llamado 'Ca la Caixeta'

Concha, Marisa y el señor Cuesta

Aquello fue en 2019. Desde entonces el fondo buitre ha impulsado cinco intentos de desalojo en diferentes viviendas –la finca tiene ocho– con procesos administrativos independientes. Los dos primeros fueron en la puerta 5 y los agentes se encontraron de frente la misma performance de hoy: un almuerzo de chavales disfrazados y reunidos en torno a una guitarra. Desistieron. El tercer intento fue en el mismo piso pero ya con cargas policiales que terminaron echando a los okupas. Desde entonces viven allí personas interpuestas por el fondo inversor. El cuarto amago de desalojo fue en el piso 2, pero se suspendió el día de antes presentando un recurso de vulnerabilidad de la chica que vive allí.

El quinto intento ha sido en la misma vivienda y de nuevo se ha impuesto la performance. Gente con caretas de Concha, Marisa, Emilio o Juan Cuesta –personajes de 'Aquí no hay quien viva'–, bailando el "Desahucio" de Rubén Blades o cantando a cien voces el icónico Bella Ciao, han forzado una decisión que sigue sin complacerles: "Es positivo porque a la convocatoria ha acudido mucha gente, pero no puede ser del todo positivo porque se vuelve a lanzar una fecha en la que vuelve a ganar la propiedad y no las personas que tenemos derecho a la vivienda", explicaba una portavoz de los manifestantes contra la turistificación de Ciutat Vella. De fondo, atraídos por la música, unos turistas japoneses fotografiaban la escena sin saber de qué iba todo ese folclore.