Silvio Berlusconi ha muerto. Y con él, que unió como pocos la política y la persona, se cierra una época histórica de la política italiana iniciada en la última década del siglo pasado, cuando por primera vez el multimillonario magnate decidió ‘bajar a la política’ y se dio un giro que pocos vieron venir. Han sido tres décadas en las que el cuatro veces primer ministro y fundador de Mediaset dominó la escena pública de su país no solo como el mandamás del partido que había fundado en 1994 y del que todavía era el líder, Forza Italia (FI), sino también como el protagonista de conflictos de intereses, leyes aprobadas para su beneficio personal (para evitar enfrentarse a la justicia), y una serie infinita de escándalos de corrupción y sexuales que se resumieron en el tristemente célebre caso del 'bunga bunga'. Y que, pese a todo ello, influyó más que cualquier otro político italiano no solo en su país, sino también en círculos europeos e internacionales, llegando a ser incluso una especie de figura precursora del también controvertido Donald Trump.