No hay duda de que los viñedos producen mejores uvas para vinificación cuando están sometidos a ciertas condiciones de estrés como las grandes oscilaciones térmicas entre el día y la noche o las radiaciones ultravioletas, entre otras causas, factores que se dan en la viticultura de altitud. Los vinos elaborados en cotas elevadas son ricos en matices cuando están bien elaborados y en la actualidad hay conocimientos y tecnología que permiten a los bodegueros elaborar sin fallos organolépticos, pero para que los vinos tengan personalidad hay que tener la voluntad de hacerlos desde el viñedo.

A la enóloga Rosalía Molina y a su marido, el viticultor Manuel Garrote, les encantaron los vinos de altura que conocieron en un viaje a Argentina, así que a su regreso arrancaron los almendros de una finca en Landete, Cuenca, para transformarlo en viñedo, y adquirieron algunas parcelas con cepas muy viejas, apunto de ser arrancadas. Mientras, sacaron los muebles de una casa y comenzaron a vinificar. Después comenzaron a construir la actual bodega, en medio de las 100 hectáreas de viñedo a 1.100 metros sobre el nivel del mar, uno de los pagos vitícolas a mayor altitud de España. En el año 2000 Rosalía ya trabajaba sin tratamientos o aditivos, ni en el campo ni en la bodega. En ninguno de sus vinos emplean productos enológicos, solo un mínimo de sulfitos a la hora de embotellar, nos asegura, «tenemos las uvas perfectamente maduras y sanas, si no necesitamos ningún aditivo ¿para qué utilizarlos?». Las levaduras que emplean son las ambientales, con fermentaciones largas que duran más de 30 días, incluso en los vinos blancos. Y estabilizan de manera natural, ya que en invierno las temperaturas bajan hasta los 15ºC bajo cero.

Uno de los vinos que elaboran es el Altolandón Blanco 2015, hecho con Chardonnay y Petit Manseng a partes iguales, fermentadas juntas en barricas de 500 litros. La Chardonnay es la reina de las blancas a nivel internacional, da frutosidad, cuerpo y estructura y en este lugar manifiesta su elegancia. La Petit Manseng es una varietal poco extendida, de magnífica acidez, que interviene en los coupages de algunos txakolís y en el suroeste francés se emplea para hacer vinos dulces de cosecha tardía. Es un blanco seco, fragante, floral, frutal, cítrico (corteza seca de naranja), con notas de mantequilla. En boca es fresco, cítrico, untuoso, con buen recorrido.

Hace unos meses han sacado el Rosalía de Altolandón, primera añada de un tinto de Garnacha de cepas centenarias en pie franco cuyas uvas han fermentado en ánforas de terracota y parte del vino ha permanecido 8 meses en barricas de roble francés. Un tinto que refleja el clima de montaña de su ubicación, entre el pico de Javalambre y el Cerro Calderón, con sorprendentes aromas florales (rosas), a frutos rojos, sotobosque, plantas aromáticas (espliego), evocación mineral, es concentrado, con cuerpo y estructura, elegante, fresco y persistente, que lleva la impronta de su entorno y de Rosalía.