La DO Navarra, reconocida como tal en 1933 al amparo de la Ley del Vino, se extiende por más de 11.000 hectáreas marcadas por el curso del río Ebro, en las que la diversidad de suelos, climas y condiciones hace que las 5 subzonas que la configuran puedan tener personalidad propia dentro de una identidad vitivinícola compartida. Así, los vinos de Baja Montaña, Valdizarbe, Tierra Estella, Ribera Alta y Ribera Baja presentan singularidades que el aficionado sabrá justipreciar. Diversidad es una palabra que vamos a emplear muy a menudo en esta aproximación a la DO Navarra, pues de ella nacen desde sus afamados vinos rosados, hasta los elegantes tintos con largas crianzas, pasando por vibrantes tintos jóvenes, blancos con cuerpo y vinos dulces de Moscatel.

Así, Baja Montaña, al norte de la DO, es la zona en la que es más palpable la influencia de los Pirineos y ofrece unos vinos rosados y tintos de gran carga frutal, de graduación alcohólica media y acidez media-alta, fundamentados en las condiciones climáticas de la zona y la disponibilidad hídrica (entre 500 y 800 mm al año). La zona de Valdizarbe, al oeste de la anterior, y la más húmeda de toda la DO Navarra, es responsable de vinos blancos y rosados aromáticos y con frescura; y tintos intensos con equilibrio y estructura como para soportar el paso por barrica, de grado alcohólico más comedido, cuerpo medio-alto y acidez media-alta, gracias a cierta influencia atlántica y un régimen de lluvias superior al del resto de zonas (pueden llegar a superar los 810 mm). Por su parte, la mayor altitud media la encontramos en Tierra Estella, zona en la que arraigan los viñedos que dan algunos de los vinos con mayor carácter mineral de la DO. En términos generales de Tierra Estella nacen vinos con gran carga aromática, frescura y equilibrio y gran aptitud para evolucionar tanto en barrica, como posteriormente en botella.

Al sur de todas las anteriores se halla la Ribera Alta, en el centro de la DO, con una geografía más amable y clima más cálido y seco (menos de 500 mm al año). Son esas temperaturas medias más elevadas las que hacen que aquí la vendimia llegue unas semanas antes que en las áreas vecinas y que los vinos resultantes se beneficien de una mayor intensidad, tanto de color (fundamentalmente los rosados), como de aromas. Mientras que la Ribera Baja, en el margen derecho del río Ebro, es donde encontramos el clima más árido de toda la DO Navarra (menos de 380 mm al año, con lo que el déficit hídrico que sufre la viña ya es importante). Estas condiciones hacen que, si bien blancos y rosados vean sacrificada parte de su frescura a través de una menor acidez y ligereza, sea la zona en la que se originan los tradicionales vinos de licor, fundamentalmente a base de Moscatel de grano menudo, tan característicos por sus aromas a uva pasa y su ajustado equilibrio entre dulzor y acidez.

Influencia de la latitud, de la cordillera pirenaica, del Ebro€ pero también del viento del noroeste (el Cierzo) que es común denominador en las cinco zonas. A pesar de que puede llegar a resultar incluso violento para las cepas, lo cierto es que el Cierzo ejerce de antifúngico eficaz al secar rápidamente cualquier resto de humedad que pueda permanecer en el viñedo y, por tanto, frenar el desarrollo de plagas y enfermedades.

Los vinos con DO Navarra pueden elaborarse a partir de variedades como las indígenas Garnacha Tinta, Tempranillo, Graciano y Mazuelo o las «adoptadas» Merlot, Cabernet Sauvignon, Syrah y Pinot Noir en tintas; o la Garnacha Blanca, Viura, Malvasía, Moscatel de Grano Menudo, Chardonnay y Sauvignon Blanc. No hay que olvidar que en la zona de producción de la DO Navarra había constancia de un centenar de variedades de vid autóctonas. Durante el Congreso Internacional de Viticultura (Pamplona, 1912), ya quedó patente que el 80% de ese patrimonio vegetal había desaparecido.

En la actualidad, según las estadísticas del Consejo Regulador, el 58% del vino amparado es tinto, un 28% rosado, un 13% blanco y solo un 1% es vino dulce. No obstante, la auténtica punta de lanza de la DO Navarra es el rosado (descendiente de aquél vino vermeyllo o clarete). Bien dejando que la Garnacha Tinta se exprese en forma de monovarietal, bien dejando que otras cepas como la Tempranillo o la Cabernet se sumen a un coupage y mediante el sangrado del mosto, estos vinos de atractivo color (aquí la paleta también es diversa) ofrecen una nariz fresca y golosa, donde frutos como las fresas silvestres, ácidas, las frambuesas o la granada son los aromas protagonistas. Es la primera línea de un ejército de espartanos, en el que no podemos olvidar la tradición en blanco (alguno de los mejores Chardonnay de España), donde la DO cuenta con una gran maestría en la producción de vinos blancos jóvenes y fermentados en barrica, secos y dulces (y estas joyas blancas existen desde tiempo inmemorial); o en tinto, con la Garnacha como hoplita, capaz de dar lugar a tintos de excelente finura; junto con las cepas tintas internacionales tan bien aclimatadas.

Hoy por hoy, la DO Navarra es una de las marcas de calidad que mejor ha sabido conectar con la nueva generación de consumidores. Lo hace con unos vinos que entienden, en los que el rosado (tendencia internacional, no lo olvidemos) es el embajador perfecto hacia experiencias más complejas. Así, el futuro es de color de rosa.