Ana Belén Torres es una cazadora extremeña, que lleva la caza en las venas, como muchos de nosotros y que después de las cacerías en las que participa le gusta colgar sus fotos en Facebook para compartirlas con amigos y conocidos. A raíz de esas fotografías Ana Belén ha recibido numerosos insultos y amenazas por parte de grupos animalistas.

La cosa ha ido más lejos, cuando ha publicado una fotografía en la que aparecen sus dos hijos, de 8 y 10 años, respectivamente, posando junto a un jabalí muerto en una montería. Un tipo que responde al nombre, no sabemos si real o ficticio, de Antonio de la Dueña Armida, que dice ser amante y defensor de los animales y que pertenece a una asociación antitaurina ha escrito en su muro lo siguiente:

"Me encantaría que los dos niñatos fueran los que estuvieran ahí muertos en vez de los animales.. joderos"

Semejante aberración merece una condena unánime por parte de todos, también de los detractores de la caza porque por encima de todo están las personas.

Se puede defender a los animales, yo soy el primero en hacerlo, sin desear la muerte de un ser humano.

La familia que ha recibido multitud de apoyos, ya ha comunicado que va a denunciar los hechos en el juzgado, por si fueran constitutivos de un delito de odio.

A todos nos viene a la cabeza, los tuits ofensivos del concejal de Ahora Madrid Guillermo Zapata, que fue absuelto por la Audiencia Nacional de un delito de humillación a las víctimas del terrorismo, al entender el juez que las frases pronunciadas por Zapata contra Irene Villa y la comunidad judía son humor macabro, pero no delito y lo circunscribe al ámbito de la libertad de expresión. También la mujer del torero Víctor Barrio, que murió en la plaza de toros de Teruel tuvo que escuchar multitud de mensajes, celebrando la muerte de su marido. O el pequeño Adrián, que padece un cáncer, y cuya ilusión es ser torero también fue objeto de insultos. Por citar los más conocidos.

En todos los casos, los hechos fueron denunciados. Sin embargo, nadie ha ingresado en prisión. O bien se ha archivado la causa o han sido absueltos.

Las redes sociales se han convertido en auténticos estercoleros, donde se vierten con total impunidad, la mayoría de las veces bajo el anonimato, verdaderas atrocidades, que deberían tener cuanto menos una respuesta de carácter penal y no quedar impunes.