Si bien mi especialidad es la historieta o el ´cómic´, como llaman a la narración ilustrada con viñetas que nosotros conocimos como ´tebeo´ en mi Buenos Aires querido. Llegamos allí para «atar los perros con longanizas», que entonces era común oír a los que tenían parientes o amigos que allá habían emigrado. Y aunque ese dicho no era exacto, sí era verdad que había una gran diferencia en cuanto al trabajo, la libertad o incluso la cultura, pues todavía en el año 1950 se veían en los escaparates de las librerías las obras de Vicente Blasco Ibáñez que en nuestra madre patria, esta España nuestra y de Cecilia, sólo a escondidas se podían encontrar. Cosa que quiero agradecer a los libreros de ´lance´, como eran conocidos aquellos valientes que se arriesgaban vendiendo a este servidor, entonces un chaval de 15 años.

Al igual que hiciéramos años más tarde el que esto escribe y el amigo Cesáreo Sánchez en la conocida librería Telio ubicada en el pasaje Ruzafa y que con atrevimiento arriesgaba a traer libros eróticos y otros de gran valor para los publicistas, escritores de los años 60 y lectores de toda clase. Nuestra aportación a la cultura, me place recordar, en homenaje a esa librería que debe ser recordada, en mi opinión. Afortunadamente tuve el placer de colaborar con la mencionada librería estando a cargo de traer la literatura no accesible a nadie (o casi nadie) de la cultura valenciana y sí, también Española. Me resultó muy agradable poder tener a mi alcance el ayudar a la cultura con mi conocimiento de cuatro idiomas, además del español inmortal, que todavía sigo enriqueciendo gracias a mi interés por la literatura€ y claro, otras cosas que no vienen a cuento.

Nunca faltó lo último publicado y que no era permitido en donde, siempre cantado por mi querida y admirada Cecilia, «esta España nuestra, la de un millón de muertos€.» Y otras cosas. Esas muchas «otras cosas...». Así además rindo un querido y triste recuerdo a todos esos muertos sin olvidar a los enterrados en el cementerio de Paterna, recogidos del barranco donde están arrojados parte de ese millón de muertos. Los que faltan vaya usted a saber dónde estarán. Pero estoy seguro que algunos sí deben saberlo. Francisco Tadeo Juan. València.