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Una comisión de la Agencia Europea de Medio Ambiente ha visitado durante las últimas semanas Castelló para estudiar la implantación de un proyecto pionero de reforestaciones destinadas a invertir el proceso de desertificación y el descenso de lluvias motivado por la excesiva urbanización costera, según confirmaron ayer fuentes de la propia comisión.

El trabajo de la expedición, en la que también participaron meteorólogos británicos y holandeses, se centró en el interior en el área del Millars-Palancia, una zona de especial interés para la Unión Europea porque es la mejor documentada de toda la Cuenca Mediterránea en lo relativo a contaminación por ozono, sobrecalentamiento y alteración del ciclo de lluvias. No en vano, desde el año 1986 se han llevado a cabo en este territorio19 proyectos europeos.

Uno de los líderes de las investigaciones es el científico Millán Millán, actualmente asesor de la Agencia Europea de Medio Ambiente. Precisamente Millán fue el fue el encargado de guiar a los miembros de la comisión durante su visita a tierras castellonenses y a las distintas estaciones de medición de calidad del aire.

El proyecto propuesto por la Comisión Europea se basa en estudios científicos que avalan que la urbanización de los humedales costeros es uno de los factores que está provocando la pérdida del ciclo natural de la lluvia y el descenso de las precipitaciones en la costa y en el interior; una tendencia que está acelerando el proceso de desertificación.

Ante la dificultad de frenar los intereses urbanísticos de la costa, la Agencia Europea de Medio Ambiente plantea la alternativa de reforestar en el interior para recuperar los niveles de humedad perdidos y el ciclo de lluvias.

Los estudios llevados a cabo por la Comisión Europea durante tres décadas revelan que la destrucción de humedales costeros y de masa forestal aparejada al crecimiento urbanístico está provocando en Castelló la pérdida de tormentas de verano y ha disparado un proceso de desertificación.

Tormentas estivales

Este comportamiento, detectado en toda la cuenca mediterránea, se debe a que el proceso de gestación de tormentas estivales se forma gracias a la humedad que entra en el interior a través de las brisas marinas.

La brisa que parte del mar registra una media de humedad de 14 gramos por metro cúbico. A partir de este punto, y durante su trayecto hacia la montaña, este flujo necesita aumentar su humedad hasta los 21 gramos para culminar en la formación de nubes y que la tormenta precipite.

Los siete grados de humedad extra necesarios para que se desencadene la tormenta se obtenían antes de las masas forestales, los marjales y los grandes humedales. Ahora, los vertiginosos cambios del uso del suelo han cambiado los cañares por cemento y la vegetación se ha transformado en complejos de negocio turístico.

Según los datos recogidos en los últimos 50 años, la reducción de la humedad provoca que masa húmeda elevada al interior retorne al mar sin precipitar y (mezclada con contaminantes y vapor de agua) sobrecaliente el agua durante periodos de entre 3 y 10 días. Esta concentración incrementa la temperatura del agua y del ambiente (alrededor de 3 grados en el último medio siglo) y en otoño desencadena virulentas lluvias torrenciales en puntos de la cuenca mediterránea y del continente europeo difíciles de predecir (Córcega, Cerdenya, norte de África, Europa Central, Europa del Este...).

El destino de dichas precipitaciones, también conocidas como Gota Fría, dependerá del sentido de los vientos. Las lluvias torrenciales, que suelen llegar a la costa castellonense cuando los vientos soplan del este, pueden acelerar la desertificación en una franja de 40 kilómetros entre la costa y el interior.

El vínculo con el ozono

El profesor Millán Millán concluye que el descenso de tormentas ocasionado por la falta de humedad también incrementó las condiciones que causan polución por ozono troposférico (o3 ), que a su vez multiplica el efecto invernadero y reduce las brisas que inician el proceso natural de las tormentas de verano. Es un círculo vicioso.

El ozono troposférico (o3) se genera con la reacción de la radiación solar de la costa y los óxidos de nitrógeno emitidos por la industria y los vehículos a motor. Este gas posee un efecto invernadero 200 veces superior al del dióxido de carbono (CO2) y sus efectos se refuerzan con el vapor de agua sobrante de la humedad no precipitada, que también posee un efecto invernadero 47 veces superior al del CO2.

Ante este escenario, la reforestación se plantea como una de las soluciones para recuperar el ciclo de lluvias en las comarcas castellonenses y frenar un proceso de desertificación que, según los estudios científicos, avanza a pasos tan sutiles como agigantados.