Hay cosas que ni se explican ni se merecen, simplemente suceden. La remontada que dejó ayer atónita a la grada de Castalia es una de ellas. El Castellón-Torre Levante nos recordó la primera y a menudo olvidada verdad: el fútbol no tiene lógica, al fútbol no hay quien lo entienda. Firmó el equipo de Kiko Ramírez un buen primer tiempo, moteado de claras ocasiones de gol y no metió ninguna. Enfrente, Diego enchufó a quemarropa la primera y única del Torre Levante. Tras el descanso, en cambio, el Castellón se nubló y perdió el hilo pero encontró, en desenlace burlón a la razón, el premio mayor en los últimos minutos, con goles inverosímiles de Antonio y Pruden. La victoria, la tercera consecutiva y la cuarta en cinco jornadas, refuerza el ímpetu albinegro en su escalada por la tabla.

El 2-1 hubo que pelearlo palmo a palmo, primero, y suplicarlo al sanedrín divino, después. El rival fue huesudo y malcarado. El rival hizo lo que tenía que hacer y desde el inicio hubo batalla real. De entrada, el Castellón dominó el balón y la inercia del viento pero el Torre Levante demostró pronto tener la lección aprendida. Acentuó los problemas locales para encontrar a Meseguer con celeridad entre líneas, extremó vigilancias en la zona de influencia del ariete Antonio y jugó con el acordeón, estirando o estrechando campo según le convenía. Lejos de encerrarse, apretó mientras le aguantó el físico la salida de balón local, en cuanto intuía el apuro del contrario. Con sencillez pero con gran convicción, el equipo visitante se preocupó de no equivocarse y esperó la equivocación del Castellón. En el primer acto, los albinegros hicieron muchas cosas bien pero fallaron en las dos áreas. En la propia, en un desgraciado resbalón de Alberto Ramos, hacia la media hora, que iluminó el camino al gol de Diego tras centro a la corta de Aarón; y en la ajena, tibio en especial Antonio con el estoque en los metros decisivos.

Abotonados los pasillos interiores, el Castellón halló una vía productiva en los costados. La primera escaramuza de Pruden por la derecha terminó en un remate fallido de Antonio, en escorzo. Aún antes del gol del Torre Levante, un centro de Ramos plantó de nuevo a Antonio con el balón controlado frente al meta Coronado. El delantero disparó al muñeco y alimentó el murmullo de la incertidumbre. Tras el 0-1 y hasta el descanso, cuando el equipo de Kiko se rebeló meritorio contra la injusticia del marcador, se topó con similar tara. Marenyà dio un paso al frente y Meseguer ganó protagonismo, compinchado con Pruden. Un centro tenso del extremo que no leyó Antonio fue desperdiciado, en la ola del ataque, por Carrillo en el segundo palo. El propio Meseguer tuvo otra muy clara en la maniobra de manual, recorte-disparo, que buscó una escuadra que no encontró. La buena reacción del Castellón, en una lluvia constante de ataques sin premio, la coronó Antonio en un cabeceo forzado.

El contraste de efectividad, letal la puntería del Torre Levante, propició un descanso de ventaja visitante. Corría el riesgo el Castellón de caer en la ansiedad, de precipitarse. El primer cambio de Kiko, el tempranero relevo de Marenyà por Fonte, empujó al grupo al juego directo. El Castellón empeoró, escaso de ideas, extravió la brújula en un naufragio considerable.

El delirio

Del limbo lo rescató la indescifrable grandeza de ese juego llamado fútbol. Al ataque romo se unieron Lolo y Dani Pujol, y pocos mantenían la esperanza cuando Antonio se llevó a trompicones el enésimo balón aéreo. El meta Coronado tapó el intento de vaselina pero el delantero acertó en el segundo lanzamiento, con suspense: fue gol tras botar en el césped y golpear en el poste. Entonces sí, en el minuto 85, el Castellón embistió con bravura. Avisó en una combinación de clase entre Meseguer y Lolo, y ejecutó en el 89 con un centro de Pruden desde la izquierda. La rosca se fue envenenando hasta caer delicada en la red y provocar el delirio del gol, sin que se sepa muy bien todavía el porqué, y mucho menos el cómo.