El sector del azulejo ha convertido en tradición la firma de los convenios laborales cuando las negociaciones entre la patronal y los sindicatos están a punto de saltar por los aires. Las delegaciones sindicales acudieron el miércoles a Ascer a una nueva reunión con los autobuses ya alquilados para acudir a manifestarse el lunes a la inauguración de Cevisama. Esta amenaza de tormenta aceleró la calma social. La patronal rebajó sus pretensiones tras 14 meses de negociaciones, y con este cambio los sindicatos asumieron sus propias cesiones. CC OO y UGT también querían evitar la manifestación en Cevisama, ya que eran conscientes de que provocaría la ruptura definitiva de las relaciones con Ascer.

El anterior convenio ya fue cerrado con la amenaza de huelga sobrevolando, y este escenario se ha repetido en el actual marco laboral. Ascer y CC OO y UGT escenificaron durante 14 meses unas diferencias que parecían insalvables. Las conversaciones de las nuevas condiciones laborales comenzaron en noviembre de 2014 y la patronal comenzó proponiendo una congelación salarial, la eliminación de la antigüedad y un aumento de la jornada laboral. Los sindicatos querían prolongar las mismas condiciones del antiguo acuerdo, pero ante la propuesta de Ascer respondieron con una contraoferta de máximos, con un aumento salarial y una reducción de la jornada laboral.

El pasado mes de noviembre, la patronal movió ficha y suavizó sus planteamientos iniciales, con una subida retributiva de un 0,3 % en 2015, un 1 % en 2016 y un 1 % en 2017, y la introducción de un complemento a cambio de la eliminación de la antigüedad. Los sindicatos señalaron que este cambio era insuficiente y empezaron a planear un calendario de movilizaciones. La primera concentración se produjo a primeros de diciembre, y tras las navidades anunciaron que llevarían el conflicto social a Cevisama, sin descartarse una posterior huelga a lo largo de 2016 si no se concertaba el citado convenio.

Esta última amenaza fue culminante para Ascer, pero también parece que fue lanzada por los sindicatos con la intención de hacer torcer el brazo a sus antagonistas. A las dos partes no les interesaba la manifestación de Cevisama, y en esta tesitura se sentaron el miércoles las dos delegaciones negociadoras. «Fue difícil, pero creía que podríamos llegar a un acuerdo, Teníamos claro que si íbamos a Cevisama se rompían las negociaciones», afirmó Vicente Chiva, de UGT. De entrada, la patronal retiró la eliminación de la antigüedad y planteó una subida mayor de los salarios pero con la condición de que fuera absorbida en lo casos de los empleados que cuentan con incentivos pactados con sus empresas al margen del convenio. Los sindicatos no estaban por la labor y se llegó a un punto intermedio; en 2015 la absorción afecta al 100 % de los sueldos de la trabajadores con complementos fuera del convenio -sólo crecen las retribuciones al 100 % en los trabajadores con sueldo base sin incentivos, pero en 2016 y 2017 se reduce la absorción al 30 %. En las tablas salariales, Ascer defendió primero un 0,5 % en 2015, un 1,1 % en 2016 y 1,6 en 2017. Al final subió hasta el 1,5 % en 2016 y 1,9 % en 2017.

En la jornada laboral, CC OO y UGT asumieron la extensión de 16 horas reclamada por la patronal frente a su idea de disminuirla, pero con la exigencia de que sean retribuidas. En este asunto no había vuelta de hoja, era el punto de inflexión hacia el acuerdo o la ruptura. Patronal y entidades suscribieron un preacuerdo de mínimos -a de ser ratificado por las asambleas sindicales-, que apenas incluye modificaciones respecto al anterior convenio.

Las centrales sindicales han cancelado los autobuses contratados para la suspendida protesta de Cevisama.