El próximo fin de semana los monumentos falleros ocuparán poco a poco sus emplazamientos, un adelanto sin duda alguna a la nit de la plantà. Los falleros y artesanos aprovechan el fin de semana para facilitar el trabajo de la plantà, que con los años y por costumbre ha dado pie a los artesanos de Borriana para dejar preparadas las bases y las críticas de las fallas que han plantado en su población. De esta forma, con un fin de semana de duro trabajo, terminan las largas jornadas de montaje de fallas en su ciudad.

En muchas ocasiones se ha censurado esta fiesta por considerarla poco participativa, que se vive más en el interior de los casales falleros que en la calle. Hay parte de razón si esta realidad solamente se aprecia por la noche, dado que durante el día dando vueltas por las calles de Borriana hay diecinueve charangas, acompañadas por las comisiones falleras. Hay plantadas diecinueve fallas grandes y el mismo número de infantiles. Más fiesta en la calle imposible. Sin embargo, por la noche las comisiones viven la fiesta en los casales y la ciudad queda desierta presidida por los monumentos falleros.

En los últimos años, algunos monumentos falleros han reducido su tamaño de forma considerable, sin embargo, el esfuerzo de los artesanos por mantener el prestigio de sus trabajos es más que considerable. Ser artesano fallero hoy en día es un lujo que no todos se pueden permitir. Los presupuestos para el monumento fallero se mantienen después de haber ido a la baja desde hace unos años. Los talleres falleros trabajan como empresas, algo que para un artista es muy difícil de compaginar, ya que hay que buscar el rendimiento económico y el desarrollo artístico del artesano.

Una parte de la solución para que las fallas mantengan un nivel artístico y de mayor volumen está en la subvención que el ayuntamiento otorga a cada comisión fallera. Esos casi 6.000 euros que dona por falla deberían destinarse exclusivamente al monumento. Cierto es que las comisiones falleras tienen otros gastos a lo largo de ejercicio fallero, gastos que no suelen tener las misma repercusión popular que tiene una falla que está entre la plantà y la cremà cinco o seis días en la calle. Destinando la subvención al monumento posiblemente se alcanzaría una mayor competencia entre las comisiones, los artesanos trabajarían con más posibilidades de realizar el proyecto que tienen en mente y se salvarían situaciones en las que se encuentran algunos barrios que para poder plantar falla la tienen que realizar los falleros de la comisión. Pero son los falleros los que deciden dónde invertir el dinero que reciben como subvención. En estas fiestas. como en todas, hay falleros que viven la fiesta y otros que viven las fallas. Difícil decisión a la hora de utilizar todos los medios económicos.