Se acuerdan de cuando el Vila-real era algo así como el rigor de las desdichas por lo que hace a las lesiones de sus futbolistas, que no salían de la enfermería ni a empujones, hasta el punto que la segunda vuelta de la liga era una pesadilla cuando no directamente el pozo negro y profundo del descenso? Pues ha vuelto. Ha vuelto y también ahora en el peor (o mejor ) momento. Para el partido de ayer el equipo estaba en cuadro para poder armar una defensa con garantías. Resulta ser que Mario y Jaume Costa estaban lesionados como también lo estaban Bonera y Musacchio, este último consecuencia de haber entrenador con la selección de Argentina sin disponer del alta médica. Todo futbolista, incluso los aficionados, sabe que sin alta médica ni siquiera pueden patear el terreno de juego; lo sabe todo el mundo menos el técnico y servicios médicos de la selección de allá que le puso a entrenar con todos los demás. Musacchio recayó de la lesión y probablemente no volverá a jugar esta temporada.

Ayer el Vila-real jugó con lo que le quedaba del sistema defensivo, y tuvo que hacerlo con la mirada puesta en lo que se le viene encima, más el marcador vasco, que en principio se había puesto borde. Quiere decirse que el Eibar marcó primero, que después empató el Vila-real con un gol de Adrián, nacido de un servicio entre líneas absolutamente primoroso de Suárez, y después marcó Soldado el segundo, que significaría la victoria y que a este servidor le pareció que el delantero valenciano estaba en fuera de juego.

El partido como tal no fue gran cosa porque los visitantes saben pero quisieron poco y también porque los de casa que quisieron mucho, pero saben poco. De modo que mientras corrían y llegaban antes los vascos allá adonde estaba la bola, sin que luego supieran qué hacer con ella, los de la Plana Baixa de aquí decidieron ahorrar esfuerzos porque enseguida llegaba la Europa League y a los tres días otra vez la liga para intentar todo lo que se pueda, puesto que los que persiguen al submarino van buscando el periscopio sobre la mar salada.

De momento los de amarillo han conseguido salvar el partido de la jornada de ayer con victoria, ampliando distancias con los perseguidores y la semana que viene juegan en casa. Cada día queda menos liga y el Vila-real sigue fiel a su empeño de perder lo menos posible, no tanto para alcanzar ningún récord cuanto por estar presente el año que viene en la Champions a condición de permanecer en el cuarto puesto.

Ganar en Eibar ayer era trascendental, primero porque todas las victorias generan tres puntos, así se disputen contra los vascos que frente al Real Madrid, contra el que también hay que jugar, pero conviene hacer los deberes cuando el viento viene de cola para con los intereses de uno y no esperar a ganarlos cuando el viento y el mar se han confabulado en contra y eso es justamente lo que el Vila-real hizo ayer. Jugaban los dos equipos titulares de las dos ciudades con menor densidad de población de cuantos equipos juega en primera división y las dos han de apañárselas como mejor se pueda. Si los vascos, con una política consistente en alcanzar acuerdos con otros equipos para que les presten jugadores temporada tras temporada; si el Vila-real con una política basada en una cantera tan amplia como plagada de talento que unos están ya muy cerca del primer equipo, otros ahora mismo en los dos filiales, A y B más una pléyade de equipos infantiles y juveniles que aseguran el futuro del fútbol profesional hasta donde permitan las circunstancias.

Lo más inmediato ahora mismo, cómo no, es asegurar el día a día, seguir jugando la liga española para alcanzar la mejor clasificación posible y a la vez, intentar seguir progresando en la competición europea en la que se está participando, también porque además del prestigio que estas competiciones ofrecen, cuando más lejos se llegue, más golosas son las contrapartidas.