En 2009 Fabra, Barberá y Castedo, entonces alcalde y alcaldesas de Castelló, Valencia y Alicante, se reunieron en la capital de La Plana para exigir al gobierno de Zapatero la construcción inmediata del corredor mediterráneo y la llegada de la alta velocidad ferroviaria. V. Rambla, R. Costa y M. Flores completaban la fotografía de la cumbre. No viene al caso recordar las trayectorias políticas y judiciales de estos próceres popularistas, aun cuando no conviene olvidar a qué dedicaban su tiempo en aquellos años de vino y rosas. Javier Moliner, a la sazón vicealcalde de Castelló, se apuntaba al discurso de que Zapatero no quería esa infraestructura obsesionado como estaba con amargarnos la vida.

Lo cierto es que a esas alturas el Gobierno de España estaba negociando con la Comisión Europea la inclusión del corredor ferroviario mediterráneo entre las redes estratégicas del sistema europeo de trasportes, a fin de corregir la renuncia del gobierno de Aznar en 2003. A mediados de 2011 Fomento tenía un plan para el desarrollo de las actuaciones en el corredor y la previsión de la financiación que debía venir de Europa.

Y lo cierto, también, es que en 2010 la alta velocidad llegaba a Valencia y el tiempo de viaje en tren directo de Castelló a Madrid pasaba de casi 5 horas a menos de 3. Y que las actuaciones en el tramo Vandellòs-Tarragona, esencial para garantizar nuestra conectividad con Cataluña y Francia, estaban ya avanzadas. Todo ello en un contexto económico muy difícil.

En 2012 el gobierno de Rajoy sembró dudas en Bruselas sobre nuestro corredor. Después llegó el tercer carril, el caos en el servicio de cercanías entre Castelló y Valencia, el deterioro galopante de las conexiones con Barcelona y las promesas incumplidas sobre la supuesta llegada del AVE a La Plana. A estas alturas nadie sabe bien qué nos espera y qué queda del corredor mediterráneo de mercancías.

O quizás sí. Sí que sabemos que las comarcas castellonenses no van a salir bien paradas de la decisión del gobierno de Rajoy de introducir el tercer carril en lugar de una plataforma diferenciada para la alta velocidad de pasajeros. Sabemos que el actual trazado entre Valencia y Castelló no es ni va a ser de alta velocidad y que los trenes AVE que lleguen lo harán con la misma velocidad que los actuales Alvia. Es curioso que quienes hace cinco años ridiculizaban la reducción en un 40 por ciento del tiempo de viaje a o desde Madrid ahora enloquezcan con la supuesta rebaja de un cuarto de hora.

Sabemos que la línea C6 de cercanías verá mermada su calidad en sus frecuencias o en su duración. Si, como venden Pastor y sus corifeos aquí, la inversión en el tercer carril se hace para compatibilizar sobre un mismo trazado el tráfico de mercancías, cercanías y largo recorrido de pasajeros a alta velocidad la conclusión es fácil de imaginar: o seguirá siendo testimonial uno, o se minorará el servicio del otro, o no habrá alta velocidad. Todo a la vez sobre la misma plataforma, ya saturada en la actualidad, es inviable.