Sigo sin creerme que ningún votante socialista del 26J pida ahora a su partido que se abstenga para investir a Mariano Rajoy presidente de esta tierra más quemada y más cainita que nunca en que ha convertido España. Como tampoco entiendo que apelen al sentido de Estado y a la responsabilidad aquellos que antes negaron el voto a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, forzando por ende las segundas elecciones generales en vez de atender la única propuesta del Rey y dejando a éste como vulgar títere.

Valga el exordio político para abundar en asuntos domésticos y balompédicos, tan tristes y graves para nuestro zaherido orgullo. Porque me niego a creer que ningún aficionado albinegro prefiera una derrota de su equipo del alma para que el retruque no beneficie al presidente. De la misma manera, espero que ni el consejo de administración, ni el máximo accionista que el juez decida, ni el administrador concursal, ni el sursum corda intenten patrimonializar la goleada del domingo en Onda, ni mucho menos convertirla en aval a la gestión deportiva y económica de esta empresa que lo es, CD Castellón SAD.

Y por extensión, no puedo participar en una campaña para que no renueve mi abono que, implícitamente, convierte en apoyos a David Cruz el número de carnets expedidos . Ítem más. Ante la enésima convocatoria de manifestación de protesta, no puedo considerar aquel fracaso una muestra de apoyo. O convertir en sentencia una hipotética repulsa más o menos unánime de Castalia contra el palco.

Las cosas no funcionan así en el fútbol moderno, digo con la ley de sociedades anónimas en la mano. Los abonos son una oferta que beneficia a quienes tienen por costumbre acudir cada quince días a ver a su equipo, ahorrándose unos euros a cambio de adelantar el pago para dotar de disponibilidad económica al club. Todo lo demás son opiniones tan respetables como estériles su aplicación, y al peso de los hechos me remito.

Como quiera que ya califiqué de puro placebo el partido de cada semana, en el interín asumo con gusto el papel de seguir denunciando las tropelías que han conducido al deterioro actual de nuestra imagen. Más allá del proceso judicial que sigue su curso contra los investigados por el expolio del club y las fianzas que éstos todavía no han depositado, Cruz ostenta el peso de la inercia diaria del club pero, sobre todo, en sacar adelante el concurso de acreedores para salvar el riesgo de disolución de la sociedad. Más pronto que tarde, su falta de recursos económicos le impedirá desembolsar los veinte mil euros mensuales a Hacienda y Seguridad Social. Me dicen los expertos en asuntos mercantiles que se producirá entonces un embargo y el postor que garantice el cumplimiento de los plazos podrá quedarse con los títulos de la SAD sin necesidad de negociar compensación alguna para el actual propietario o sus vendedores y, la verdad, no se me ocurre una fórmula más cruel para con quienes tantas penas nos han hecho pasar en la última década.

Cuestión distinta es encontrar ese mirlo blanco, o esperar que el Ayuntamiento de Castelló adelante el dinero mientras convoca la ampliación de capital y confiar con una compra masiva de acciones por parte de la misma afición que hoy se muestra tan dividida a la hora de actuar y que -no lo olvidemos- apenas ha suscrito porcentajes representativos en el resto de ocasiones en que se les ha brindado idéntica oportunidad.

Hasta entonces, siempre quedará el consuelo de meterse con Cruz o celebrar las victorias para contentar a todas las familias. Pero la hora de la verdad se aproxima.