Hace años, en la década de los 70, un vecino con ideas propias comentó que el Ayuntamiento de Castelló debería poner en marcha una fábrica de "serrar edificios" (sic). El hombre aportaba esta solución para eliminar los impertinentes dientes de sierra que provocó el desarrollismo rampante. Otros muchos proyectos, mejores o peores que el del ciudadano anónimo, también se han visto frustrados a lo largo de los 25 años de vida del periódico y es de justicia citarlos en su página de memoria.

Ahora, que tanto se habla del entorno de la plaza Mayor, con el posible derribo de la Casa Abadía y del edificio municipal anexo, para realce de la figura exenta del Fadrí, queremos recordar el concurso que realizó el Espai d´Art Contemporani de Castelló, en colaboración con el ayuntamiento, con el objetivo de solucionar el problema estético que genera la mediana, junto al pasaje del Mercado Central. El equipo de Gobierno popular se comprometió a se ejecución, pero, a pesar del empeño inicial, el proyecto seleccionado acabó en un cajón. El proyecto ganador consistía en una marquesina abstracta e irregular que sustituía la visera actual y que, en el último tramo, entraba unos metros en la plaza.

Imaginación y poder

Como si la consigna de Mayo del 68 anidara en las mentes de los alcaldes y de los concejales de urbanismo, Castelló ha contado con notables muestras de la "imaginación al poder". Cosa distinta es el grado de ejecución, en ocasiones nulo, o la fortuna, en ocasiones discutible, con el que han acabado las ideas de nuestros insignes munícipes.

Desde el ya remoto proyecto de "Castelló del Futur" de la época de Daniel Gozalbo de practicar un túnel en el subsuelo de la calle Colón, a la ensoñación de José Luis Gimeno de levantar un Wather Front en el aeroclub del Grau, no ha habido año en la que los vecinos de la capital no hayan conocido un nuevo plan. O cuanto menos su maqueta. Estos fueron los casos del Centro de Convenciones de Calatrava, el de la sede de la VIU, que tenía que diseñar Gerhy, o el de la Ciudad de las Lenguas de Ferraté. Para que estas megalomanías cobraran visos de verosimilitud no se reparó en dibujos de palomas sobre atril, un viaje a un despacho de California o la contratación de un asesor lingüístico monolingüe.

Pero, para que no todo fuera «fum de palla», los gobiernos de la burbuja inmobiliaria nos legaron el Palau de la Festa, que ha venido a sustituir al recinto de la Pérgola. No obstante, el proyecto que se impuso en el concurso municipal, prometía que en el final de obra la fachada de cerámica se vería con múltiples juegos de colores, tan del gusto de los entes gaiateros. Pero cuál no sería la decepción general, que, cuando ya se estaba realizando el edificio festero, la empresa adjudicataria alegó que el proyecto era irrealizable y que los cambios cromáticos iban a quedarse únicamente en la variedad de los tonos del alicatado. El consistorio y la junta de fastos poco pudieron añadir y el palacio, al fin, no fue aquel "esclat de llum, sense foc ni fum" que prometieron.

Recientemente, en Vila-real, aquella misma empresa que realizó la obra de los colorines acaba de presentar un flamante estadio de fútbol pero, esta vez sí, con aquellos acabados de «gaiata» y efectos luminotécnicos que, en Castelló, se dijo que eran cosa del futuro.