En el entorno de la plaza Tetuán y de la avenida del Rei en Jaume han comenzado las obras que deberán permitir la visita ciudadana del refugio de la Guerra Civil habilitado en el subsuelo. Tenemos que decir al respecto que, visto el reciente episodio de la Cruz de Ribalta, existen pocos elementos relacionados con la trágica historia de la contienda española como el que representan, aún hoy, los refugios de Castelló. Pensemos que su recuperación ya fue el objeto de la asociación que impulsó el jurista Manuel Altava, ahora senador del PP.

También, la labor del coronel Ricardo Pardo, director del Aula Militar «Bermúdez de Castro». Y, por último, de los trabajos del grupo «Recerca per la Memòria Històrica» y el impulso del PSOE, Compromís y CSeM, las fuerzas políticas que secundan el Pacte del Grau y que ahora han acometido la citada rehabilitación. Tal vez cada una de estas entidades no persigan un objetivo común, pero nos parece digno de reseñas que, en esta ocasión, compartan la puesta en valor un patrimonio cultural que afecta por igual a todos los vecinos.

La defensa civil antiaérea

Los refugios de la ciudad más conocidos fueron el que se hallaba en el subsuelo de la actual plaza Santa Clara y que se destruyó en el momento en que se iniciaron las obras del aparcamiento. Otro era el que se encontraba bajo el Instituto Francisco Ribalta, más grande, pues había de proteger al alumnado que estudiaba en él. Según el coronel Pardo: «Castelló disponía de refugios suficientes para acoger a las 37.000 personas que por aquel entonces vivían en la capital».

Durante el periodo bélico se llegaron a habilitar hasta 43 refugios públicos y unos 300 privados. Las defensas primigenias se edificaron a finales de 1936, pero con las primeras bombas cayendo sobre la ciudad, se demostraron muy poco consistentes para soportar los bombardeos de la aviación franquista que, desde marzo de 1937 comenzó a arrojar su sanguinaria lluvia de hierro.

La última vez que se actuó en el refugio de Tetuán fue cuando el consistorio de Gozalbo peatonalizó la plaza. Estas obras coincidieron con la instalación de La Minerva paranoica. Entonces, un vecino, al contemplar como descargaban la escultura de Miquel Navarro, alertó de que la plaza era como un enorme queso de agujeros. Quizá, gracias a su advertencia, Minerva, la diosa de la guerra, todavía sigue en pie en Castelló, a pesar de su paranoia.