Un libro escrito por el religioso Josep Barceló Morey ha acabado sacando a la luz que el cura condenado hace 40 años por matar a un monaguillo de 9 años en el Port de Sagunt no llegó a ser apartado de la Iglesia, como creía la familia del pequeño.

El autor confeso del crimen que en 1971 conmocionó la ciudad y acabó hasta hace poco con las procesiones en el Port, J. P. B., ejerció años después en la parroquia del barrio de La Bordeta de Lleida como vicario, según recoge Barceló Morey en una publicación titulada "121 Mallorquins".

Desde el Obispado de Lleida se ha confirmado este extremo a Levante-EMV, pero sin poder precisar cuánto tiempo estuvo allí, ni la tarea que realizaba. No obstante, uno de los religiosos que coincidió con él en La Bordeta a finales de los años 80, el padre paúl José Biosca, apuntó a este diario que J.P.B. se encargaba de las misas, "pero sin ejercer ninguna responsabilidad en la parroquia, ni dirigir ningún grupo de apostolado". "Cumplía su deber, pero era un poco reservado. No demasiado abierto. Tampoco salía mucho", decía Biosca sobre él.

La propia inclusión de J.P.B. en la obra "121 Mallorquins" resulta chirriante teniendo en cuenta su crimen y el carácter del libro. Como se explica en la introducción, en él se recogen breves semblanzas de 121 padres paúl formados en la escuela apostólica La Missió de Palma de Mallorca que, a juicio del autor, son "de verdad testimonio" y "cuyo servicio primero y principal ha sido proclamar la Buena Nueva del amor, al estilo de Jesucristo".

"Problema muy grave"

El mismo retrato biográfico que realiza de J. P. B. omite cualquier referencia al horrendo crimen por el que éste, a sus 54 años, fue condenado a 17 años de prisión menor y al destierro de Sagunt, entre otras medidas, según recogió entonces el periódico Levante.

Aquel terrible asesinato que tanto dolor causó en la población en ningún momento se intuye en el relato de Barceló sobre la vida de J.P.B., donde repasa muchas otras cuestiones como sus estudios de Farmacia y servicio militar, su pertenencia a una familia "acomodada" de "fuertes comerciantes", su ordenación en 1951 y su marcha posterior a La Habana, Tegucigalpa y Nueva York.

"Trabajando de vicario en Puerto de Sagunt tuvo un problema muy grave", se limita a decir Barceló Morey respecto al escalofriante caso, para añadir inmediatamente después que J.P.B. lo "asumió con fortaleza y humildad". Su narración prosigue destacando a continuación: "Pasó 8 años retirado en Tangel, Alicante, y luego a Lérida en la Bordeta como vicario. Su larga vejez la pasó ayudando, hasta que tuvo que pasar a la residencia de Betania en Vallvidriera, donde falleció el 1 de mayo de 2002 a sus 85 años".

Pintada en la iglesia

Precisamente, la noticia de que Prat Balaguer falleció en 2002 era la única que había trascendido públicamente en Sagunt sobre aquel hombre que tanto daño causó en la ciudad y en la propia vida religiosa del Port. Y lo hizo a través de Levante-EMV en 2007 cuando, según informó en exclusiva, el caso volvió a la actualidad a raíz de una pintada de protesta en la iglesia, "en memoria del niño asesinado", que acabó en el juzgado y en una multa de 696 euros a su autora, antigua vecina del pequeño.

Al conocer que este sacerdote había muerto, la hermana del monaguillo asesinado expresó entonces su "alivio, sobre todo por el riesgo de que pudiera hacerle lo mismo a otros niños", como recogió entonces este diario.

Sin embargo, nunca hasta ahora se habían conocido más detalles de su vida posterior que Morey sitúa en Tangel, en Lleida y en un centro barcelonés gestionado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Sólo se barajaba, como apuntaba la familia, que nunca llegó a cumplir los 17 años de condena.

Un padre paúl odiado en el Port y otro al que se quiere beatificar

El asesinato de un monaguillo de 9 años a manos de un sacerdote en 1971 alejó de la Iglesia a muchas familias del Port y acabó con las procesiones hasta hace poco. La pintada de protesta realizada "en memoria de Paquito" por una vecina evidenció en 2007 que la herida sigue abierta cuando la mujer quiso rechazar así la primera procesión que se hacía junto a la iglesia donde se cometió el crimen. Esa semilla de odio tuvo su polo opuesto en otro padre paúl mallorquín que trabajó en el Port 27 años, el Padre Jaime Pons. Además de dar nombre a una calle y un barrio, vecinos del Port iniciaron hace unos años un proceso para su beatificación