El arquitecto Juan Diez abre la puerta de la sala de máquina y, ¡sorpresa!, no se escucha ni el más leve zumbido. El recuperador de calor funciona como los pulmones de la casa. Recoge aire exterior, lo filtra y, al mismo tiempo, lo mezcla con aire interior. El aire renovado se vuelve a filtrar antes de repartirlo por las habitaciones de la casa. Se logran dos objetivos: el ambiente interior es saludable, libre de polvo y contaminación, y, al mezclar el aire, se equilibra la temperatura del exterior y el interior y no se pierde ni una pizca de calor o frío (depende de la estación del año). «Este sistema permite ahorrar en calefacción y refrigeración. Maximizamos la eficiencia energética», destaca Diez.

La vivienda también aprovecha las aguas grises de la ducha y los lavabos. Se reutilizan para llenar las cisternas de los retretes. Y el calor de esas aguas también caldea el sistema de suministro.

La casa tiene pulmones y es inteligente. Su sistema domótico permite controlar en todo momento los consumos de energía.