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En invierno apenas superan los 500 habitantes. En verano y en los fines de semana de la temporada de esquí son más de 6.000. Todos valencianos. En Alcalá de la Selva, provincia de Teruel, se oye el valenciano por todos los rincones y paisanos y turistas conviven en perfecta armonía desde hace cien años. El flujo de los intercambios ha circulado siempre en ambas direcciones y a plena satisfacción hasta que apareció la fiebre urbanística, explica el alcalde Jesús Edo Gargallo, que intenta frenar como puede un desarrollo "loco" como el que ha visto en el litoral valenciano.

El detonante ha sido el anunció de que está dispuesto a revisar el Plan General, en realidad solo Normas Subsidiarias homologadas, imponiendo "un poco de racionalidad" y reduciendo, en lo posible, la edificabilidad prevista en la planificación actual.

Enfrente tiene a algunos de los principales promotores urbanísticos de Valencia y Castelló cuya fama para movilizar recursos y cambiar la faz de comarcas enteras les precede. "Dígame un nombre-de promotor- y acierta, seguro. Están aquí casi todos y algunos incluso deben dinero al ayuntamiento. Más de un millón de euros. Dicen que no pueden pagar por la crisis pero después financian a los clubes de fútbol", añade.

Fue el propio municipio quien de algún modo facilitó el desembarco de las promotoras valencianas. "Antes de 1987 ya había tres sectores privados: el plano de la Vega, las Majadas y el Mas Blanco que se fueron desarrollando sin apenas intervención municipal y con más pena que gloria", apunta el alcalde.

En 1987 se aprueban las Normas Subsidiarias y se incluyen "estas y otras superficies" hasta sumar suelo urbanizable de de más de dos millones y medio de metros cuadrados, lo cual no está nada mal para una población con 500 habitantes que podría albergar 20.000 si se desarrollan todas las actuaciones previstas. Los promotores valencianos, con familia y contactos en Alcalá, vieron la oportunidad y tomaron posiciones hasta copar los 2,5 millones de metros.

En Alcalá, como no, se lee la prensa valenciana y el alcalde sabe que, por increíble que parezca, "estas cosas- que un pueblo multiplique por 30 o 40 su población en un plan general- pasan". Y no quiere que ocurra. Además, este año se amplían las pistas de esquí, que este año recibieron 120.ooo visitantes, casi todos valencianos. A más pistas, más construcción.

"Todavía no nos hemos sentado a hablar y no queremos que haya una imposición, pero hablar hay que hablar. Nuestro proyecto es reducir casi a la mitad la edificabilidad, excluyendo las zonas de mayor pendiente o próximas a las cimas y a los pinares y, sobre todo, concentrando la edificación para evitar una dispersión que arruina el paisaje", afirma. Cree, además, que no tendrá que pagar indemnizaciones.

Desde que volcó sus intenciones en la página web del ayuntamiento, cada paso que da genera un recurso y un contencioso por parte de las grandes promotoras, a quien enfrenta poco más que un alguacil, un auxiliar y un secretario. El conflicto está servido.