Poco a poco vamos recuperando la memoria histórica, y eso en muchas ocasiones implica saldar deudas con algunos nombres propios, ignorados durante años por su compromiso con la causa de Segunda República. Éste es el caso del profesor Mariano Gómez, un personaje que ha sido rescatado del olvido gracias al estudio que ha publicado el profesor universitario Pascual Marzal; de esta forma podemos conocer una trayectoria hasta ahora casi ignorada, y que presenta un perfil como jurista, universitario y político un tanto peculiar. Mariano Gómez llegó a Valencia tras ganar la cátedra de Derecho Político de la Universidad en el año 1915, permaneciendo en nuestro territorio hasta 1932, fecha en la cual pasó a Madrid como presidente de sala del Tribunal Supremo.

Durante ese tiempo realizaría una tarea reformista en el ámbito académico, llegando a ser el primer rector tras el triunfo republicano, substituyendo al ­reaccionario Zumalacárregi (este último volvería al rectorado tras la victoria de Francisco Franco). También fue presidente del Ateneo y concejal del Ayuntamiento de Valencia, en representación de la Derecha Liberal Republicana. Como se puede ver, su republicanismo es de derechas, aunque por talante lo situaríamos más en un espacio centrista, católico abierto; estuvo siempre al lado de la democracia y la legalidad republicana. Su caso es un ejemplo de aquellas personas que, pese a no ser radicales ni de izquierdas, fueron fervientes partidarios de un reformismo republicano.

El profesor Marzal, en su libro, titulado «Una historia sin justicia. Cátedra, política y magistratura en la vida de Mariano Gómez», destaca sus aportaciones al campo del derecho, tanto en trabajos y estudios como en su actuación como juez, aspecto último que, a mi parecer, evidencia cómo durante la corta vida de la democracia republicana se intentó hacer justicia de verdad, incluso en plena guerra civil. Cabe indicar, en tal orden de cosas, que Mariano Gómez presidió el tribunal que juzgó al general Sanjurjo y a sus cómplices. Me ha parecido de especial interés una serie de datos y consideraciones sobre la justicia durante el periodo de guerra, desde la óptica de quien desde 1937 presidiría el más alto tribunal del Estado, el Supremo, en una situación en ocasiones de doble poder. Las contradicciones e intentos de poner orden, de crear una administración de justicia imparcial, y la vez de «guerra», da luz sobre muchas cosas, caso, por ejemplo, del proceso contra el POUM, partido marxista que fue liquidado bajo presión del estalinismo.

Tal vez para ilustrar más el carácter de nuestro personaje, valga la pena citar algunas manifestaciones suyas y que vienen en el apéndice del libro. Así, en relación a la fe religiosa de los sublevados afirmaría: «Como diciendo que defiendes la religión son unos fariseos, los fariseos de una España que se llama católica y no es cristiana... no siguen la doctrina de Cristo, que es religión de perdón y fraternidad...» Finalmente, en cuanto a la justicia, saliendo al paso de una supuesta justicia revolucionaria, dijo en su toma de posesión como presidente del Tribunal Supremo: «…los vencidos en una revolución son siempre los revolucionarios que no son capaces de establecer un orden.

»Un orden revolucionario, una legalidad revolucionaria, una justicia revolucionaria, sí, pero un orden. Porque si falta el orden nos encontramos en el caos, que es la ruptura de ley, el gran peligro de las democracias…» En fin, creo que al rescatar del olvido a Mariano Gómez avanzamos hacia cerrar capítulos de nuestra historia, y además podemos ver las cosas con mayor nitidez.