Durante los no tan lejanos años de bonanza, triunfó en el universo publicitario el término JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados), que hacía referencia a un individuo con estudios y un trabajo digno, que miraba a la cara a los retos que le planteaba la vida pese a su corta edad. Ahora, con una crisis que ya dura cuatro años y no atisba su final, el término más usado es el de «ni-ni»: personas que rozan o sobrepasan de forma leve la edad adulta y no tienen ocupación alguna, ni estudian ni trabajan.

Dos términos contrarios que definen una nueva dinámica social acorde con el difícil contexto económico actual. El fenómeno de los «ni-ni» no es fruto de un solo día y así lo confirman los informes confeccionados de forma anual por organismos oficiales. El último estudio del Eurostat —la oficina de estadística de la Unión Europea (UE)— avala que el 23,1% de los jóvenes españoles con edades entre 16 y 24 años pertenecen a este grupo de parados «totales». El documento fue publicado el pasado 11 de junio y se basa en datos del ejercicio 2011.

Aumento con la crisis

La cifra supone una leve variación respecto a las cifras de años anteriores, confirmando un notable aumento respecto a la época anterior a la crisis. El nuevo grupo social ha venido para quedarse y ya está asentado. Es una consecuencia más de la recesión. Así, extrapolando los datos de la UE con el último barrido demográfico realizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) del pasado mes de abril, se confirma que más de 100.000 jóvenes valencianos (104.227) ya son «nini». Son cifras relativas, podrían tratarse de muchos más.

Los archivos del INE atestiguan que son 451.419 los jóvenes valencianos con edades entre los 16 y los 24 años. El 23,1% no tendrían ocupación alguna, aunque son muchas la voces que alertan sobre la posibilidad que la tasa autonómica sea mayor. De hecho, un estudio publicado por el Instituto Valenciano de Estadística (IVIE) en diciembre del año pasado situaba la ratio de la Comunitat Valenciana en un 24%.

Los últimos recortes en políticas sociales y el crecimiento del paro juvenil son dos indicios claros. La barrera de los 100.000 jovenes que no estudian ni trabajan ya ha sido sobrepasada con creces en la Comunitat Valenciana.

Muchos son los que utilizan el concepto de «ni-ni» de forma despectiva. Sin embargo, las raíces sociales del problema van mucho más allá. En un contexto global donde la destrucción de empleo juvenil es un hecho y estudiar muchas veces un lujo, muchos son los jóvenes que se ven condenados a una situación que ellos no han pedido. Ni elegido.

Puertas cerradas

Tal es el caso de Laura Pérez, de 21 años de edad. Vecina de la ciudad de Cap i Casal, lleva más de un año buscando trabajo. Abandonó los estudios antes de bachiller y entró rápidamente en el mercado laboral. Su último trabajo fue de promotora, pero de eso hace más de un año. Desde entonces se encuentra en un callejón sin salida: «todos los días me levantó y busco trabajo, pero no hay nada. Vaya a donde vayas, las puertas está cerradas». Reconoce que cuando acabó la Educación Secundaria Obligatoria pensó en compatibilizar estudios y trabajo, pero «luego te sientes absorbida y te olvidas de las aulas; ahora me apetece volver a estudiar, pero necesito dinero para vivir».

Lucía Sanchís, portavoz de «Aposta jove» —sección juvenil del sindicato FETE-UGT— comentó que «si los jóvenes no trabajan no cogen experiencia y sino se forman no se reciclan, cualquier cosa es mejor que estar en casa. Acciones como el aumento de las tasas universitarias no ayudan. Las administraciones deben cambiar el chip ya si quieren ayudar».