Aunque no lleven etiqueta, los apellidos, como los buenos vinos, también tienen denominación de origen. Así que si su nombre va seguido de un apelativo como Albert, Pitarch o Alemany, no se extrañe si en los próximos días llega a su buzón una carta en la que se le invita a donar una muestra de saliva en un pequeño tubo de ensayo. El objetivo es estudiar en profundidad los orígenes de su apellido, su evolución a lo largo de los siglos, su fundador y el lugar de nacimiento de este. Todo ello con la información de su ADN. El único requisito para que el cartero lleve ese sobre hasta su casa es que usted sea varón y tenga un apellido de origen catalán. Si cumple con ello, sólo unos pocos mililitros de saliva pueden ser suficientes para alumbrar los rincones más oscuros de su identidad.

Al menos esa es la intención del Projecte Cognoms Catalans, dirigido por Francesc Calafell, Jaume Bertranpetit y David Comas, tres investigadores del Instituto de Biología Evolutiva de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona (UPF). «La idea es analizar la evolución genética de 50 apellidos catalanes diseminados por las comarcas de la Comunitat Valenciana, Cataluña y Baleares», explica Francesc Calafell. Ante las dudas que puedan surgir sobre los apellidos que integran esa lista, el biólogo aclara: «consideramos apellido catalán aquel que, como palabra de una lengua, pertenece al catalán».

La meta es hallar la respuesta a múltiples interrogantes, como la razón de por qué algunos apellidos se han expandido más que otros, o si los apellidos valencianos tienen una raíz propia al margen de los de Cataluña. Además, los que se involucren en esta indagación, tendrán a su alcance información personalizada sobre la evolución de su apellido, así como los orígenes de su propio material genético.

Para ello, el proyecto tiene previsto recopilar muestras de 2.500 personas –50 por cada apellido– y detectar en el laboratorio las variaciones genéticas que el cromosoma Y ha ido sufriendo en cada caso. Aquí radica el motivo por el que sólo los hombres pueden ser objeto del estudio, puesto que este cromosoma sólo se transmite de padres a hijos, algo parecido a lo que ocurre con los apellidos, que sobreviven a través de la descendencia masculina.

Todo empezó con Colón

«Cognoms catalans» arrancó después de un análisis del cromosoma Y de los varones valencianos, catalanes y baleares con el apellido Colom, con el objeto de averiguar la verdadera nacionalidad del afamado descubridor. Con ese ejemplo, en marzo de este año se enviaron las primeras cartas a valencianos con apellidos como Bonastre, Raga, Rubert o Nàcher.

Para elegir los destinatarios de las misivas se ha requerido de un directorio telefónico, aunque también se ha abierto la puerta a los voluntarios que, con uno de los apellidos de la lista, quieran aportar de forma desinteresada su muestra de ADN. «En el caso de Valencia, hemos recibido muchas muestras voluntarias del apellido Roig, aunque hay otros menos frecuentes que se nos están resistiendo». Por otra parte, no todas las cartas que reciben de vuelta los biólogos contienen el material esperado. «Algunos nos han reenviado el sobre vacío y han incorporado mensajes poco bonitos», reconoce Calafell.

El científico espera que en 2013 se puedan publicar los primeros resultados del proyectos.