Este año cumplirá una década al frente de la Delegación del CSIC en la Comunitat Valenciana. José Pío Beltrán Porter (La Laguna, 1949), aunque nació en Tenerife porque allí ganó su padre su primera cátedra de Química inorgánica, es uno de los científicos valencianos más eminentes. Se doctoró en Químicas en la Universitat de València de la mano de Eduardo Primo Yúfera con una tesis sobre el tratamiento de los virus que afectan a los cítricos. Especialista en genética molecular de plantas, desde enero preside la Organización Europea para la Ciencia de las Plantas (EPSO).

¿Qué aporta el CSIC a la Comunitat Valenciana con sus 11 centros de investigación y sus 1.200 científicos y técnicos?

Tenemos gente excelente, pero a mí también me gusta destacar a los socios de nuestros centros de investigación, las universidades y sus profesores. Juntos hemos conseguido que seamos de los centros más competitivos de todo el Consejo en cuanto producción y transmisión del conocimiento. Además, estamos jugando otro importante papel estratégico, pues gracias a la privilegiada relación que mantenemos con las dos grandes universidades públicas valencianas, la Universitat y la Politécnica de València, hemos sido capaces de cogernos los tres de la mano y pelear por tener un lugar bajo el sol en los campus de excelencia internacionales.

Los recortes han golpeado duramente al CSIC, que el año pasado estuvo a punto de cerrar centros debido a un déficit de 100 millones de euros que al final el Gobierno solucionó parcialmente con la inyección de 75 millones. ¿Cómo encaran este año?

Con bastante más optimismo en líneas generales. De todas formas, a la gente no le debería escandalizar el cierre de centros de investigación si estos alcanzan un nivel de poca productividad. Es muy normal, por ejemplo en Alemania, donde los institutos Max Planck que son cunas de excelencia, se crean para 25 ó 30 años y al final se evalúan y se cierran en muchos casos. Nosotros analizamos nuestros centros continuamente. Al mismo tiempo estudiamos las oportunidades de abrir nuevos centros. En eso estamos, evaluando nuestros centros en la Comunitat Valenciana y lo que podríamos aportar de nuevo también.

El presupuesto del CSIC para 2014 ha crecido un 0,1% pero es similar al de 2010. ¿Cómo afrontan la investigación en estos tiempos de recortes?

La preocupación mayor en el caso del CSIC va ligada a dos aspectos: el envejecimiento del personal científico, con una edad media de cincuenta y tantos años, y al tapón de entrada que supone la imposición de no reponer más que a uno de cada 10 científicos que se jubilan. Hay un segundo aspecto, y es que el CSIC es una institución que está pensada para investigar y, a parte de los científicos, trabajan en él muchos técnicos de laboratorio que son los que hacen posible que los servicios y equipos funcionen competitivamente. Este personal, que es muy valioso, también se está haciendo muy mayor y tampoco nos dejan reponerlo. Si esto no somos capaces de revertirlo, peligran las plantillas. El personal y, sobre todo, los jóvenes. Ese es nuestro problema.

Con lo que cuesta formar un científico y no les dejamos otra salida que la emigración ...

En primer lugar, hay que recordar a aquellos que han hecho su camino fuera de España después de terminar la tesis. Son investigadores excelentes que tienen un recorrido de 10, 12 o incluso 14 años haciendo ciencia por ahí. Regresaron a la llamada de su país de «España necesita científicos», básicamente a través de contratos Ramón y Cajal o Juan de la Cierva. Sin embargo, en estos momentos muchos de ellos están abocados a irse a su casa. Esto es algo que debería escandalizarnos a todos. Primero, por el esfuerzo que ha hecho el Estado para traerlos aquí y, luego, por los proyectos de vida de estas personas siguiendo unas indicaciones de necesidad por parte del país. Un científico que ha hecho su camino fuera, que vuelva aquí y que lo dejemos tirado... Eso es muy cruel y no lo deberíamos consentir.

¿Qué es lo que más le preocupa del trato que está dando España a sus mejores «cerebros»?

Quizás el problema de los «Ramón y Cajal» o los «Juan de la Cierva» sea lo más sangrante, pero a mí me preocupa muchísimo más la gente joven que realmente empieza a no querer entrar en estos caminos de la ciencia. En un país que no ofrece oportunidades, los buenos científicos no quieren venir. Que los chicos y chicas inteligentes valencianos se tengan que marchar al extranjero a trabajar me preocupa, pero bastante menos que los buenos, sean de la nacionalidad que sean, no quieran venir a España. Y aquí incluyo a los nuestros que han salido y que luego nos dirán: «¡Tararí! ¿A qué voy a ir yo a Valencia o a España si no tengo ninguna posibilidad?» Ese es el agujero negro que se está abriendo ante nuestros pies. Por eso llevamos dando la voz de alarma ya varios años, insistiendo mucho a los que pueden tomar decisiones, tanto desde la esfera pública o privada, para frenar este desatino. Nos estamos cargando el sistema de Investigación y Desarrollo (I+D) y no será fácil ponerlo en pie otra vez.

La estrategia científica del Gobierno hace hincapié en la necesidad de captar fondos privados para I+D. ¿Qué se puede hacer para convencer a las empresas de que hay que invertir en ciencia?

Hay que poner a la gente junta. Ahora mismo me resulta muy alarmante que en los próximos años vendrá un dinero importante de la UE para favorecer la especialización inteligente de la industria valenciana. Y veo que aquí en Valencia, tradicionalmente, si estamos hablando de fondos públicos como éstos, que son fondos Feder europeos dedicados a la I+D, hemos funcionado en compartimentos estancos. La Conselleria de Educación ha destinado dinero para favorecer la investigación en las universidades o en el CSIC, o en los centros públicos valencianos como el IVIA o el Príncipe Felipe, que están en vías de desaparición. Por otra parte, la Consellería de Industria, que ha movido dinero hacia las empresas, hacia la innovación, básicamente ha canalizado esos fondos hacia los institutos tecnológicos. Esta compartimentación es un gravísimo error.

¿Y qué solución propone?

Deberíamos ser capaces de hacer bien los deberes. Los sectores empresariales valencianos tradicionales tienen unas necesidades concretas de innovar que conocen perfectamente y que tendrían que ponerlas de forma ordenada encima de la mesa. También tenemos sectores emergentes que precisan de atención de innovación para consolidarse. La ayuda que habría que dar a estos dos sectores puede estar en las universidades o en el CSIC valenciano, en otras partes de España o incluso fuera. No veo claro que las cosas se estén haciendo de cara a buscar los expertos que respondan a esas necesidades, pues me temo que las necesidades económicas y de financiación de las empresas son tan perentorias que se va a intentar tapar agujeros de esas empresas o de esos institutos tecnológicos antes de hacer una estrategia para sentar juntos a los empresarios e investigadores.

España se ha vuelto más competitiva con salarios más bajos, mientras en Japón el camino es invertir más en I+D+i... ¿Por qué aquí hacemos todo lo contrario?

A mí me gustaría que los valencianos fuéramos capaces de integrar el ejemplo japonés a nuestra manera de ver las cosas. Yo he investigado en Montana (EE UU), donde hacía hasta 30 ºC bajo cero, en Colonia (Alemania), donde no quería salir de laboratorio porque llovía todo el tiempo. Cuando uno viene aquí a Valencia y ve las bondades del clima y lo que le gusta a la gente estar en la calle, con los amigos y la familia, es muy difícil vender un modelo basado en trabajar mucho y bien. Hay muchos componentes que diríamos que se opondrían a esa visión. En Valencia deberíamos de ser capaces de combinar las cosas buenas del norte y del sur: conjugar la industria basada en el conocimiento, el trabajo bien hecho, con una vida también algo más amable que en el norte de Europa.

¿Y eso cómo se hace?

No puedes cambiar Valencia dándole la vuelta como un calcetín y que seamos de repente todos noruegos. Sin embargo, si nos descuidamos los del norte pueden estar pensando para nosotros un papel: que los españolitos y los valencianos seamos camareros, con todo el respeto a los camareros, y que nos dediquemos a servirles copas y a cuidar a sus ancianos. Claramente, estas cosas presentan grandes oportunidades de negocio y de innovación, pero creo que los valencianos deben de decidir si eso es solo lo que quieren ser. ¿Eso es todo? ¿Nos vamos a poner todos la pajarita, servir un gin-tonic fenomenal y cuidar muy bien a los ancianos de la Europa rica? ¿Eso es lo que queremos para nuestro futuro? Creo, con todo el respeto a los que se dedican al ocio y al cuidado de los mayores, que los valencianos deberíamos aspirar a un mayor recorrido.