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Padres por gestación subrogada

Un cordón umbilical de 7.294 km

La paternidad de Luis y Denis refleja la intensidad con la que se vive el embarazo de una hija nacida por gestación subrogada en EE UU

Un cordón umbilical de 7.294 km jessica schnebly

Como un guiño a que el amor y los sueños no entienden de fronteras ni barreras pues tal vez ésa es la moraleja de esta historia el valenciano Luis Moya y el italiano Denis Zamaro se conocieron en Gales en el transcurso de una beca Erasmus. Entonces tenían 23 años y los armarios aún emitían vergonzosos chirridos cuando alguien se atrevía a abrirlos. Pero surgió el amor entre ambos y Denis no dudó en venirse a Valencia a construir su vida. Llevan veinte años juntos y hace dos que se casaron. La boda no era un fin, sino un trampolín hacia el sueño de toda su vida: ser padres.

Siempre lo habían visto como imposible. «Biológicamente no podía ser; tampoco podíamos adoptar, porque casi todos los países cierran la adopción a parejas homosexuales; el acogimiento no es una adopción; y tampoco queríamos incurrir en la mentira de que uno de los dos probara una adopción como familia homoparental», explica Denis. Sin embargo, un día, quizá era 2011, vieron un reportaje televisivo sobre la gestación subrogada. «Nunca digas "vientre de alquiler", porque es una expresión que deforma la realidad», advierte Denis en una preocupación conceptual compartida por sus compañeros de viaje, la mayoría heterosexuales que recurren a esta técnica de reproducción asistida prohibida en España, que debe realizarse en el extranjero y sobre la que, después de una sentencia contra Francia emitida en junio por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo y de una activa campaña con 85.000 firmas recogidas por internet, el Ministerio de Justicia se ha comprometido esta semana con la asociación Son Nuestros Hijos a adaptar la futura ley de Registro Civil para inscribir a estos niños como hijos naturales de sus familias y no de la mujer que los dio a luz en el extranjero.

Aquel reportaje sembró una semilla de ilusión en Luis Moya, profesor de la Universitat de València en Psicología y Criminología, y en Denis Zamaro, profesor de Italiano en la Escuela Oficial de Idiomas de Valencia. Luego vinieron decenas de libros y cientos de webs y foros cibernéticos sobre la gestación subrogada. Y al final tomaron la decisión: ir adelante, pero con una condición: «Llegar económica y emocionalmente hasta donde pudiéramos», resume Denis.

Primero eligieron el país en el que querían llevar a cabo el proceso de subrogación. «Estados Unidos, porque es el que más garantías legales da y tienen nuestra misma cultura», aclaran. También es el más caro: puede rondar los 100.000 euros, aunque el carácter privado de la sanidad americana puede disparar el coste si surgen contratiempos hospitalarios. «Te arriesgas a arruinarte y contraer una deuda para toda la vida, por ejemplo, si el niño necesita una incubadora durante mucho tiempo», avisa Denis.

Luego escogieron la agencia, que les puso en contacto con la clínica y les hizo la selección de donantes de óvulo a través de completos perfiles. Ellos eligieron en función de tres parámetros: la mujer que tuviera un mejor historial clínico pensando en la futura salud del hijo (en el expediente aparece hasta de qué murieron los abuelos), que tuviera estudios y, finalmente, que compartiera rasgos físicos con los padres, como ser blanco de raza caucásica.

Denis y Luis viajaron a Estados Unidos en 2012 y conocieron a la donante. Hubo acuerdo. Y aunque la donación podía ser anónima, semiabierta (se canjean los nombres) o abierta, ambas partes eligieron la modalidad abierta que implica intercambiar todos los datos y estar dispuestos a que el futuro hijo conozca a la persona que donó el óvulo. Por dos razones. «Una, para que nuestra hija tenga la oportunidad de conocer sus orígenes si lo desea. Y dos, por razones médicas si hay alguna enfermedad», cuentan.

Después todo fue más rápido: se crearon dos embriones: uno fertilizado con el esperma de Luis y otro con el de Denis. «Para que fuese el azar el que decidiera», explicita Denis. Conocieron a la gestante ofrecida por la agencia: Melissa, una funcionaria de Springfield, capital de Illinois, a tres horas de Chicago y a 7.294 kilómetros de Valencia, que ya era madre de un hijo pequeño. La entrevista se realizó a través de internet. Con caracteres y filosofía compatibles, hubo un buen entendimiento. Los dos embriones se le implantaron. Pronto llegó la noticia más ansiada: Melissa estaba embarazada de un niño o niña. Éxito al primer intento. Y cuando llevaba tres meses de embarazo, se desplazaron de nuevo a Estados Unidos para conocer a la gestante y asistir a una ecografía. Sin embargo, hasta ese tercer mes habían estado en permanente contacto. Melissa abrió un blog para tenerlos al día de todo: desde sus dolores por las patadas de ese niño que parecía ir para gimnasta, según contaba ella, hasta lo feliz que estaba siendo por ayudar en el proceso de paternidad de Denis y Luis.

Cada día recibían un mensaje o hablaban por Skype. Melissa mandaba las ecografías por internet. Así conocieron que era niña. Era casi como tener el embarazo en casa. Cada «bip» de mensaje recibido en el móvil, en el correo, en el Facebook o de una invitación a charlar vía Skype o por teléfono era como una pequeña contracción que recordaba a Denis y Luis el viaje en el que estaban inmersos.

Una semana antes del nacimiento se desplazaron otra vez la tercera a Estados Unidos. Ornella, el nombre italiano de la pequeña, nació el 10 de octubre. En la sala de parto acompañaban a Melissa su marido, Denis y Luis. Cuando nació la pequeña, Luis cortó el cordón umbilical y Denis la cogió en brazos por primera vez. «El parto fue increíble y muy emotivo», cuentan. Esa noche la pasaron en el hospital. En una habitación estaban Denis, Luis y su hija, con los biberones. «No dormimos en toda la noche; la teníamos a nuestro lado y no hacíamos otra cosa que mirarla», confiesa Denis. Tras unas horas de recuperación, Melissa los visitó en su habitación para brindar con cava.

Con el contrato firmado antes por todas las partes donante, gestante, padres, agencia, con el certificado de nacimiento del hospital expedido por el condado y en el que aparecen Luis y Denis como padres, y con la sentencia judicial, acudieron al consulado español. El papeleo acabó. En su Libro de Familia, Ornella figura como la hija de ambos. Ahora, nueve meses después, cuando la pequeña lloriquea en su casa y ambos se matan por calmarla, esa paternidad de papel se revela de carne, hueso y sentimiento.

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