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una cierta mirada

Un presidente de todos, por Josep Torrent

Un presidente de todos, por Josep Torrent

Hay anécdotas que trascienden a categorías. Las Cortes Valencianas debatían la investidura de Ximo Puig como próximo presidente de la Generalitat y en la tribuna de invitados solo se sentaba uno de sus predecesores. El saliente, Alberto Fabra, se estrenaba como jefe de la oposición, en tanto que Eduardo Zaplana, enfermo, justificaba sobradamente su ausencia. Faltaban Francisco Camps y José Luis Olivas. De los cuatro presidentes que el PP ha tenido, tres no estaban presentes en acto tan solemne e institucional como la investidura del nuevo responsable del Gobierno valenciano. ¿Casualidad? No creo. Más bien reflejo de las causas que han provocado el hundimiento electoral del PP en la Comunidad Valenciana. A nadie le gusta que le restrieguen por la cara años y años de despropósitos, corrupción y despilfarro que, en buena parte, han llevado a la sociedad valenciana hasta el abismo político, financiero y social.

El candidato socialista, ahora ya investido con los votos de Compromís y los mediopensionistas de Podemos como sexto Molt Honorable President de la Generalitat, se comprometió a gobernar para todos los valencianos con independencia de su ideología política, color, raza o creencias. Un reto más fácil de enunciar que de cumplir. No tanto porque no sea su prioridad principal, como por las dificultades que va a encontrar para convertir en realidad sus deseos, alguno de los cuáles podrían materializarse si Alberto Fabra pudiera seguir como líder del PP y de la oposición. Algo que, con toda seguridad, no sucederá. Más pronto que tarde, Fabra seguirá el camino de Lerma y acabará como senador territorial en la Cámara Alta.

Fue la de ayer una sesión de investidura de nivel político como el que no se veía desde hacía años en el parlamento autonómico. El candidato pronunció un discurso serio, compacto, con propuestas realistas y otras no tanto, pero con un objetivo claro: Acabar con la discriminación de la Comunidad Valenciana por parte del Estado, cambiar el modelo económico y con una apuesta decidida contra la corrupción y a favor de la transparencia. Si su discurso fue interesante, en la réplica a un Alberto Fabra sobrio, preciso e institucional, se creció hasta el punto de que algún veterano periodista catalán se sorprendió de la estatura política del nuevo presidente de los valencianos. Es lo que tienen las imágenes estereotipadas. La realidad no tiene porqué casar con el cliché.

La investidura de un nuevo presidente, aunque fuera de una austeridad rayana en la pobreza institucional como la de ayer, tiene siempre una cierta solemnidad y sirve para alumbrar proyectos de futuro. Puig, como más tarde la lideresa de Compromís, Mònica Oltra, apostó por una lucha contra las desigualdades, la solidaridad, la transparencia, el combate contra la corrupción y por anteponer la defensa de los intereses generales de los valencianos frente a los partidistas. Ambos esgrimieron el Acord del Botànic como la hoja de ruta que compartirán durante los próximos cuatro años. ¿Será así? Como el diablo siempre enreda en los pequeños detalles, las cosas no son lo que parecen. La letra menuda contenida en el buen discurso de Oltra apuntaba a más gasto público, más endeudamiento y un mayor intervencionismo de la Generalitat del que Puig está dispuesto a aceptar. Habrá que permanecer atentos a la pantalla para ver cómo cuadran estas visiones políticas en los presupuestos de 2016, con un ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que ya ha amenazado con intervenir de iure (de facto ya lo está) la Generalitat. Con todo, oído y visto lo que ocurrió ayer en el Palau de Benicarló, no hay que poner en duda la palabra de Compromís. Tiempo al tiempo.

A la bancada donde se sienta la futura vicepresidenta del Consell, le gustó especialmente la denuncia contra la marginación financiera de la Comunidad Valenciana. Frases como «estamos hartos de ofrendar glorias a España» o «Adiós al Levante Feliz» fueron bastante aplaudidos por Compromís que, como Podemos, no se mostró especialmente generoso en sus manifestaciones de afecto hacia el candidato socialista. Pero esa es una imagen que habrá que ver cómo evoluciona. No va a ser fácil coser una coalición. Más aún, va a ser tan difícil como la vertebración de la Comunidad Valenciana por la que apostó el futuro presidente. La evolución política de esta tierra invertebrada va ser cosa de lustros. Y creo que me quedo corto.

En tierra de nadie se quedaron los mediopensionistas de Podemos. Antonio Montiel urdió la primera reunión del tripartito, apostó seriamente por el Acord del Botànic, forzó a última hora un acuerdo más concreto sobre los puntos pactados y, al llegar la hora de la verdad, cual capitán Araña, decidió quedarse en el puerto viendo la nave del bipartito partir. A Montiel, al que tengo por persona sensata y moderada, le ha podido la estrategia general de su partido ante las próximas elecciones generales. En función de lo que ocurra en noviembre (¿o será septiembre?) se aclararán las posiciones de su partido. De momento, se han erigidos en custodios del Acord. Vigilantes e inquisidores de los pactos. Pero, como el perro del hortelano, no comen y habrá que ver si están dispuestos a dejar comer.

Un estrambote, porque otra cosa no son, sobre Ciudadanos. Ignoro en qué país vive Carolina Punset, pero desde luego en la Comunitat Valenciana, no. A esta política alguien „¿Alexis Marí tal vez?„ debería explicarle de qué va la sociedad y los partidos en esta tierra. Aquí hay tantos separatistas como pingüinos en el Polo Norte, pero ella parece no enterarse.

Y last but not least. Alberto Fabra, en su despedida, construyó un discurso sólido en el que marcaba líneas sobre el futuro de su partido tras la derrota electoral. Algunos de sus diputados, especialmente los que no le aplaudieron, deberían leerlo. El futuro del PP está más cerca de lo que el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, califica de «extremo centro» que de su ala radical. Pero esta es otra historia.

Ximo Puig ya es el nuevo Molt Honorable President de la Generalitat. Ayer todos los partidos coincidieron en desearle suerte. Falta le va a hacer. El futuro no es fácil y, o mucho me equivoco, no se lo van a poner fácil. Suerte, pues.

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