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Entrevista

Rosana Pastor: "Necesitamos curar las heridas de nuestra autoestima como valencianos"

"Tenemos que dotarnos de nuevos referentes para encarar el futuro: políticos dignos y modelos culturales"

Rosana Pastor: "Necesitamos curar las heridas de nuestra autoestima como valencianos"

¿Qué género cinematográfico describe mejor el estado actual de la Comunitat Valenciana: drama, tragicomedia, cine de gángsters o una de serie B?

(Risas) Creo que tragicomedia, aunque el cine de gángsters le iría muy bien a nuestro pasado inmediato. Espero que el cambio político nos ayude a salir de ese pasado. Haber escuchado a dirigentes políticos decir que no sabían nada sobre las materias de las que eran responsables, y por las que estaban cobrando un sueldo del erario público, sería para reír si no fuera porque es para llorar por la ruina en la que han dejado a este país. Dejémoslo en tragicómico.

La película no era apta para todos los públicos.

Hay públicos a los que no les ha llegado o no han querido enterarse de que la tragicomedia estaba en marcha. Elección tras elección me he preguntado: ¿las personas que votaban al partido que nos gobernaba no tienen familiares enfermos en la sanidad pública e hijos en la escuela pública? ¿No son consumidores de cultura y padecen la desfeta cultural sufrida?

Viene el 9 d´Octubre: ¿Qué somos los valencianos?

Los valencianos somos, en origen, un pueblo con mucha creatividad y capacidad lúdica. Ahora bien: en estos momentos somos un pueblo con un autoconcepto muy bajo. Con una autoestima baja. Que ha visto cómo se vaciaban las arcas públicas durante años y que nunca pasaba nada. Que estábamos en boca de todos, en España y la Unión Europea. Un pueblo que ha visto su nombre en tantos casos de corrupción es un pueblo con un autoconcepto muy tocado.

¿Y eso se revierte?

Yo creo que sí. Pero esa reversión pasa por recuperar la dignidad de pueblo. Eso obliga a recobrar las señas de identidad, que no son ni la paella ni las que una ley del anterior gobierno quería fijar. Tenemos un territorio con una riqueza paisajística importante. Ese territorio tiene una lengua y una cultura propias que, salvo sectores silenciados hasta ahora, siguen minorizadas. Ha faltado reivindicarlas más a nivel institucional y en ciertos sectores de la ciudadanía, que siguen mostrando mucha desafección. No se trata de sentirnos únicos y aislados en el mundo, sino de cobrar conciencia de lo que somos. Estamos muy necesitados de curar las heridas de nuestro autoconcepto como valencianos. Porque el nombre de los valencianos ha ido ligado a la corrupción durante muchos años.

¿Y cómo se restaña esa herida?

Tenemos que dotarnos de nuevos referentes para encarar el futuro. Referentes políticos que actúen con dignidad. Y referentes culturales que nos ayuden a sanear nuestra autoestima como pueblo. Urge reactivar el teatro, la producción cinematográfica y audiovisual. Necesitamos unos medios de comunicación públicos que nos vertebren como pueblo y que nos hablen de nuestra identidad y del orgullo y la estima por nuestras raíces, nuestro entorno, nuestra lengua, nuestra cultura. El Consell ha de reabrir TVV como sea.

«Tierra y libertad» se titulaba la película con la que ganó el Goya a la mejor actriz revelación en 1995. ¿Qué tenemos peor: la tierra o las libertades?

El territorio valenciano ha sufrido mucho la especulación y la falta de políticas con viabilidad. Ahora hay un proyecto para ampliar la autovía que llega a Valencia y que cruza parte del término de Alboraia. ¡Una huerta fértil y simbólica que debería ser patrimonio valenciano!

Usted se ha mojado en muchas manifestaciones y plataformas. ¿Echa de menos la implicación de científicos, empresarios o deportistas tras la pancarta?

Las personas con cierta repercusión pública dan visibilidad y repercusión a las causas. Y sería muy importante que se implicara más la gente del deporte, que hoy tiene un peso tan notable.

Sectores críticos afean a los profesionales de la cultura que hacen mejor manifestaciones que películas. ¿Qué responde?

Los profesionales del cine hemos sido muy vapuleados por medios de comunicación y tertulianos asiduos. Se ha orquestado un pensamiento que denigra el trabajo de la cultura y, muy especialmente, del cine español. La cabaña mediática se ha ensañado cuando hemos alzado la voz contra las guerras y las injusticias. Eso es muy vistoso, pero ¿saben hacer algo más que atacar? Por cierto: aquello empezó con el «No a la guerra» de Irak. Y los frutos de aquella guerra están ahí: la devastación de Irak, el avispero de Siria, la diáspora de los refugiados.

¿Jaume I estaría orgulloso del pueblo que ha seguido su proyecto?

No lo sé, pero me importa poco lo que hoy pensaría Jaume I. Lo que me preocupa son las personas que conviven conmigo y que nos sucederán en las siguientes generaciones. Lo que hemos de intentar es que nuestros herederos sientan orgullo de los valencianos como pueblo. Jaume I ya hizo lo suyo hace muchos años.

Ahora que hay un debate territorial, ¿le gustaría que la Comunitat Valenciana tuviera más autonomía?

Pienso que es necesaria. Se ha de abrir un debate serio, sin manipular ni alimentar los extremismos fáciles, con miras de futuro. Hay que revisar la Constitución. No puede ser que seamos una comunidad infrafinanciada y que esa discriminación se perpetúe. Hay que reformar la casa.

¿A usted que le hace sufrir?

Nuestra dificultad para ponernos en el lugar del otro.

La falta de empatía.

Sí, pero no quería decir esa palabra porque al final parecen palabras huecas, marcas que sintetizan un sentimiento pero que acaban matando el fondo de la cuestión.

¿Qué otros?

Desde la persona que tenemos al lado en nuestra familia hasta, ampliando el radio, llegar a las personas que están desplazadas en todo el mundo. Vivimos mirando hacia nuestro ombligo, muy pendientes de lo que nos rodea, y sin mirar más allá. Eso refleja un instinto que se nos activa a los humanos.

¿Cuál?

El de defensa del territorio. Somos una especie que evolucionó desde condiciones muy adversas. Y seguimos arrastrando en nuestro cerebro mecanismos de defensa de cuando teníamos que estar alerta de cualquier peligro. En demasiadas ocasiones, todos dejamos que se activen esos mecanismos primitivos. Si olvidamos aquello que nos hace humanos, que nos hace vivir en comunidad apoyándonos los unos con los otros, perdemos aquello que nos hace humanos. No atajar la desigualdad desemboca en violencia social. Y en la desigualdad, por ejemplo, está la semilla de la violencia contra las mujeres.

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