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Símbolos

El PP no encuentra rival para la batalla identitaria

Las andanadas contra el Consell se están estrellando con el silencio de Puig y Oltra Marzà rehúye el debate mientras Ribó normaliza el uso de símbolos

Mònica Oltra vestida de valenciana

El PPCV perdió hace cuatro meses todo su poder tras 20 años de dominio social y electoral. Del terremoto ha salido un nuevo PP pero el discurso, al menos en materia identitaria, no difiere del que durante dos décadas escribió el ala regionalista del partido. La derrota no ha disuadido a los conservadores de cambiar el rumbo. Más al contrario. Con la llegada de la izquierda al poder, sobre todo de Compromís, el nuevo PPCV de Isabel Bonig está manteniendo vivo el viejo debate identitario.

En vísperas del 9 d'Octubre, los nuevos líderes elevan el tono. «Puig copia de Cataluña el 'Madrid nos roba' y la inmersión lingüística», decía Bonig hace unos días. «Vamos a estar enfrente de los que quieren que seamos parte subordinada de un proyecto irreal como el que defienden Marzà, Oltra y Compromís y que tolera el señor Puig, que prefieren ser catalanes de segunda que valencianos y españoles de primera», insistía el sábado ante Rajoy.

El problema para el PP es que no encuentra la «complicidad» de la izquierda para reavivar los rescoldos de la «Batalla». Y corre el riesgo de acabar protagonizando un monólogo consigo mismo.

El nuevo Consell es como un púgil huidizo que se aleja del centro del «ring». Si el PP quiere llevar el debate soberanista a las Corts con una declaración sobre la unidad de España, la mayoría de izquierda lo saca del orden del día. Si acusa a Compromís de retirar las banderas españolas, Mònica Oltra tira de ironía: «Estarán lavándolas». No hay intercambio de golpes: «Hay temas más urgentes de los que hablar», argumentan desde los nuevos palacios para zanjar todo debate.

El viejo relato del nuevo PP no convence a todos. «El presidente está muy tranquilo», deslizan altas instancias del PPCV. Destacados dirigentes aseguran que la estrategia de Bonig es fallida, que no golpea la línea de flotación de Ximo Puig. En realidad, los socialistas no se dan por aludidos con unas andanadas que, con Compromís como socio, se centran en la coalición. Más concretamente en el Bloc y el conseller de Educación, Vicent Marzà.

Y con los dos máximos referentes institucionales de Compromís, Mònica Oltra y Joan Ribó, el PP también lo tiene difícil. Sobre todo en el caso de la vicepresidenta, tan poco sospechosa que desfila de fallera en la Ofrena y canta el himno regional.

Compromís está evitando tocar fibras sensibles en sus ámbitos de influencia. En Educación, las disputas son más de gestión que culturales. Y en Valencia, escenario histórico de la batalla, el perfil conciliador de Pere Fuset, concejal de Fallas, bloquea cualquier polémica. Ni se cuestiona la Ofrena a la Mare de Déu ni se suprime el himno de España en la jornada del Nou d'Octubre (sólo se reubica). El alcalde tampoco retiró el reconocimiento para la RACV ya aprobado por el anterior equipo de gobierno. E incluso recuperó una normativa del líder histórico regionalista, González Lizondo, sobre el uso del valenciano en el ayuntamiento. Todo, en realidad, está siendo bastante normal.

La supuesta «ofensiva antiespañola» se ha quedado en la polémica de algunos municipios con la prohibición a las bandas de tocar el himno de España en las procesiones, la supresión de ayudas a los bous al carrer o la ausencia de concejales en actos religiosos.

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