Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

María Eugenia Donoso: "Te enamoras de la enfermedad que te mata y te odias en el espejo"

La modelo ecuatoriana salió de una anorexia que le ha dejado secuelas y fue la primera «top model» sudamericana de tallas grandes

María Eugenia Donoso: "Te enamoras de la enfermedad que te mata y te odias en el espejo"

La pequeña María Eugenia no superó el casting para entrar en un coro de canto y baile del colegio porque era gordita, según le confesó la psicóloga del centro a aquella niña de ocho años. Ese trauma, que mucho tiempo después brotaría de sus entrañas en una sesión de hipnosis con la fuerza del agua subterránea, tuvo dos desencadenantes. El primero casi le quita la vida en forma de anorexia extrema una década después, cuando María Eugenia pesaba 44 kilos con sus 1,70 metros de altura y trabajaba de modelo profesional. El segundo la empujó, una vez recuperada de aquella grave crisis de salud, a convertirse en la primera Top Model de tallas grandes en Latinoamérica y a fundar en 2012 la agencia Plus Trends, que agrupa a una veintena de modelos de medidas grandes: mujeres de la talla L a la XXXL.

El final no es del todo feliz. Las secuelas, contadas por ella misma en su blog, erizan la piel. «Después de haber padecido durante más de tres años anorexia nerviosa, una enfermedad psiquiátrica que se traduce en la fobia a la comida y la negación de uno mismo, tengo como resultado un hipotiroidismo crónico. (...) No tengo menstruación desde hace cuatro años a causa de un desbalance hormonal no controlable aún. He perdido tres dientes, mantengo un régimen de consumo de vitaminas para el resto de mi vida por la descalcificación de mis huesos y el desgaste de mis músculos. Sufro de hipersensibilidad al frío y de insomnio. Todos éstos síntomas y factores están presentes hoy. Son mi realidad y también mi resultado».

Lo que sufrió su cuerpo fue brutal. ¿Qué ocurrió con su mente?

Mi cuerpo presentó los síntomas, pero mi mente fue la más afectada. La lucidez la empecé a recobrar cuando en 2007 falleció mi mejor amiga a causa de un problema hepático. Ella era anoréxica y su cuerpo no tuvo fuerzas para aguantar el tratamiento que necesitaba. Así me di cuenta de que la enfermedad que yo tenía te mata. En 2008 empecé mi tratamiento con un psicólogo, una psiquiatra y una nutricionista. Acepté que mi amiga había muerto y asumí que yo iba a tener un cuerpo distinto. En cierta manera, te enamoras de la enfermedad que te mata. La comida y la anorexia se vuelven el centro de tu vida. Por eso descuidé mis estudios, salí de la universidad y pasé una depresión muy fuerte. Luego empecé a ganar peso. Pero en 2009 sufrí una recaída.

¿Cómo?

Volvió la obsesión de odiarme frente al espejo y acudí a un cirujano plástico. Antes de la operación, para perder peso de manera rápida y que así la piel se soltara, me hicieron un proceso que se llama «malla lingual»: te cosen una malla desde la punta de la lengua hasta la garganta que no permite la ingesta de ningún sólido y te obliga a una dieta líquida. Estuve dos meses así hasta que un día me levanté hinchada como un globo. La malla lingual se había infectado y la infección había bajado a mis riñones. Sufrí una grave retención de líquidos. Me ingresaron en el hospital y, en el momento de decidir si necesitaba diálisis o un proceso más agresivo contra el fallo renal, tuve un momento de lucidez: ahí decidí que era la última vez que agredía a mi cuerpo y que iba a cambiar.

Y le dio la vuelta a la tortilla: si usted ya no podía ir a la pasarela, la pasarela iría a usted. ¡Un giro copernicano en la moda!

Así fue. Cuando gané sobrepeso y me vi con talla grande, me di cuenta de que yo no estaba representada en ningún sitio: ninguna mujer de las que salían en la televisión, las revistas o las pasarelas se parecían a mí. Y siguiendo lo que se empezaba a hacer en Estados Unidos, decidí volcar el tablero porque la industria de la moda no respondía a lo que necesitamos las mujeres. ¡Necesitamos sentirnos representadas de verdad! Una modelo de Victoria's Secret no representa ni al 1 % de las mujeres del mundo. Y es muy importante que las mujeres estemos representadas.

¿Por qué?

Porque hay que cortar con las aspiraciones inalcanzables que sólo generan frustración y violencia. Los hombres también esperan mujeres de 1,90 que pesen muy poco y sean guapísimas. Y eso desemboca en insultos, acoso o desórdenes alimenticios de las mujeres, que buscan la aprobación de los hombres. Se entra en un círculo vicioso tremendo a nivel social. Y yo decidí combatirlo por medio de la moda, que es lo que hice toda mi vida y lo que me apasiona.

¿Y no es contradictorio?

No. Mira: yo utilicé la carrera de modelo para convencerme de que ya no era la gordita del colegio. Era una estrategia que pensaba que yo utilizaba, pero que en realidad ella me utilizó a mí.

Una estrategia para matar complejos que casi la mata.

Sí, exactamente. Y luego no quise alejarme de la moda. Pero no desde su parte superficial. Nuestra filosofía utiliza las herramientas del mundo de las modelos como medio y no como fin. Es una forma de mostrar al mundo que se puede ser hermosa sin importar tu talla. Eso se complementa con un desarrollo personal de nuestras modelos, para que no se sientan acomplejadas ni juzgadas.

¿Qué ha conseguido entender de la moda en su doble viaje?

Que la moda puede parecer incompatible con el empoderamiento femenino, pero es por el enfoque que le dan los medios y la industria. Se puede mostrar diversidad de peso, de altura, de color de piel, de rasgos, etc., e incluir a todos los mortales en un medio que siempre fue muy excluyente. Ésta es la mejor época para hacer una revolución como la que yo he intentado armar desde mi trinchera.

¿Y qué revolución sueña?

Que las mujeres de tallas grandes tengan cada vez más espacio en las pasarelas y los medios de comunicación y eso sea visto como algo normal. Sueño con que cada vez más gente se sume a esta revolución. Porque nos hace bien a todos: mujeres y hombres.

Llegó a pesar 44 kilos. ¿Qué pesa ahora?

160 libras [72,5 kilos].

¿Y son libras de felicidad, de orgullo, de lucha? ¿De qué?

Son libras de salud. Son libras que me ha costado muchísimo conseguir. Son libras de felicidad. Son mi segunda oportunidad.

¿Sufre por las modelos que están en la espiral de un espejo dictador y enemigo?

Sí. Yo estuve en ese lugar a los 18 años. Por eso es importante que ahora yo esté en la pasarela junto a ellas. Para que vean que existe esta opción.

¿Qué era antes el espejo para usted y qué es ahora?

Para mí el espejo era antes una sombra. Yo no me encontraba en el espejo. Era como un hoyo negro en el que no veía nada. Y hoy me encuentro en el espejo. Me veo a mí.

Compartir el artículo

stats