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Emergencia sanitaria

Los 36 Osman sin médico

La mayoría de refugiados necesita atención psicológica, que en algunos casos se añade a afecciones previas

Los 36 Osman sin médico

«Hace falta que salga por la tele para que las instituciones reaccionen. Solo cuando se les sacan los colores hacen algo». Es Joana, voluntaria independiente. Habla desde una camioneta donada mientras empieza su jornada consistente en recorrer centenares de kilómetros al día para repartir comida, compresas, champú o lo que haga falta por los campos de refugiados del norte de Grecia. Esa misma furgoneta transportó hace unos meses al pequeño Osman, aquel niño afgano con parálisis cerebral que llenó portadas y telediarios y que fue trasladado a La Fe de Valencia ante el clamor social que pedía que se le administrara la atención médica que en Idomeni no se le estaba dando. El padre del pequeño ya avisó, ante decenas de periodistas en una rueda de prensa en el mastodóntico centro hospitalario valenciano: «Hay muchos Osman más».

Y así es. Como Joana, que ya colaboró en el traslado del pequeño refugiado, decenas de voluntarios llevan meses documentando casos médicos graves y urgentes, haciendo el trabajo que deberían hacer las administraciones, a la espera de que estas instancias europeas, españolas, autonómicas o cualquiera que les quiera escuchar, muevan un dedo por estas personas atrapadas en Grecia en un día a día marcado por sus dolencias y carencia absoluta de calidad de vida. Levante-EMV quiere dar a conocer algunos de estos casos (el dossier elaborado por voluntarios recopila 37; en estas líneas hay 25).

La asociación Help es Help ha documentado, entre otros, a las 21 personas graves que, con suerte, viajarán a Madrid en el próximo envío de refugiados a España después de que lo pidiera la alcaldesa Manuela Carmena. No se les traslada de forma excepcional por emergencia médica humanitaria, como ocurrió con el pequeño afgano, sino que se contabilizarán dentro del cupo que el Estado está obligado a acoger en cumplimiento del acuerdo con la Unión Europea.

De estos cerca de 40 enfermos, es difícil poner la etiqueta de «el más grave», porque todos son desgarradores, pero quizá uno de los más urgentes sea Batoul, de 9 años. Sufrió una caída desde el quinto piso donde vivía a causa de un bombardeo. Fractura craneal y varios días en coma. Tiene dificultad para andar, alteraciones visuales y complicaciones para el habla. Tras el ataque, en el que perdió a su hermana, tiene estrés postraumático. Necesitaría tratamiento psicológico y valoración neurológica.

Ibrahim J. tiene seis meses. Una estenosis pielocalicial del riñón izquierdo le ha obligado a ingresar varias veces durante su estancia en Grecia, ya que le provoca insuficiencia renal aguda e infecciones.

Seham R, de cuatro años, padece una parálisis cerebral, como Osman. Su calidad de vida dependerá de los cuidados paliativos que se le puedan dispensar. También Khawla tiene parálisis cerebral. Con seis años, padece movilidad reducida en las cuatro extremidades e incontinencia. No recibe ningún tratamiento.

Mohamed H, de 10 años, sufre una betatalasemia mayor. Necesita transfusiones de sangre mensuales y tomar varios medicamentos diarios, entre ellos un quelante de hierro cuyo precio ronda los 700 euros al mes, según la asociación. El único tratamiento curativo es un trasplante medular, algo impensable en un campo de refugiados. Necesita traslado urgente.

Aya A. tiene año y medio de vida y una estenosis de la arteria pulmonar, según le diagnosticaron en Siria antes de salir. Es previsible que empeore con el crecimiento. Frah H. es una niña siria de 7 años. Tiene una discapacidad psíquica con signos de desorientación, problemas de comprensión y de habla. No recibe ningún tipo de atención médica.

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