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Análisis

Bonig encuentra un muro en Génova

Todos los intentos del PPCV por ganar autonomía respecto a Madrid y conseguir un relato propio que afiance el nuevo liderazgo chocan contra la dirección nacional Betoret, la apuesta de Maíllo para la provincia, defiende la estructura «piramidal» del PP

Bonig encuentra un muro en Génova

«Esto no es la CUP ni Podemos». «Las decisiones de Madrid merecen un respeto». Hablan dos veteranos cargos del PP y el foro es la convulsa junta directiva de la provincia de Valencia del miércoles, el momento de mayor fractura interna que los populares recuerdan en mucho tiempo. «Queremos votar», gritaban otros. Tres frases de una reunión tumultuosa que resumen buena parte del dilema en el que anda inmerso el PP valenciano más allá de la pugna abierta por la presidencia de la provincia de València año y medio después de la caída del que fue todopoderoso presidente de la diputación y del PP provincial, Alfonso Rus.

Ese dilema es cómo conseguir que la nueva dirección regional que comanda Isabel Bonig, ya legitimada tras su triunfo en el congreso autonómico, se haga de respetar ante Madrid, marque su propio territorio, logre cierta autonomía y consolide su liderazgo frente a la tutela que Génova impone a toda costa. Una tarea muy complicada como ha quedado demostrado esta semana con la amenaza de intervención de Génova en València y el anuncio de que van a usar «todos los medios a su alcance» si Bonig no logra la paz en la provincia, lo que muchos han interpretado como la posible implantación de una gestora, lo que supondría una clara desautorización a la presidenta que minaría irremediablemente su liderazgo.

«Este es un partido piramidal, jerarquizado», subrayaba el jueves el presidente provincial, Vicente Betoret, por si había alguna duda de quién manda por encima de Bonig. Betoret es miembro del comité ejecutivo nacional y la apuesta de Madrid para seguir al frente de la provincia. Pero esta semana ha comprobado que Mari Carmen Contelles, su rival interna, y la propia Bonig cobran ventaja para apartarle y que llegarán hasta el final, independientemente de la medida de fuerza que pueda tomar Madrid. Un desafío que encierra también un acto de rebeldía de Bonig hacia Génova con el que intenta desterrar la imagen de sumisión y generar un relato propio. «De momento es una pequeña victoria», apuntan en el entorno de Bonig. «Hemos vendido a las bases que defendemos una mayor democracia interna y ahora no podemos ir a una lista única como quiere Madrid, Bonig tiene que hacerse fuerte, no puede dar un paso atrás», apunta un cargo de la dirección autonómica.

Es, en esencia, la misma medida de fuerza respecto a Madrid que el PPCV adoptó el 5 de abril en las Corts cuando firmó una dura declaración contra los presupuestos del Estado que le valió una contundente reprimenda de la dirección nacional, que obligó a dar un paso atrás y que demuestra que ante los intentos de ganar autonomía, Génova siempre corta por lo sano.

Ya ocurrió cuando Bonig planteó refundar el partido y cambiar las siglas al estilo UPN en Navarra tras la operación Taula contra Rus y sus colaboradores que desmanteló la estructura del PP provincial o cuando el grupo popular firmó en las Corts la reprobación que exigía a la fallecida Rita Barberá que abandonara su escaño en el Senado. Madrid siempre aparece para cortar las alas. Génova también puso trabas a las líneas rojas de Bonig y a la exigencia de más democracia interna con unas primarias más amplias que el sistema de doble vuelta que se impuso en el congreso nacional de febrero, pero que es más descafeinado que al que aspiraban Bonig o Cristina Cifuentes.

Contra ese muro ante el que el PPCV choca continuamente se estampa también buena parte de la estrategia política que tiene el partido a dos años de las elecciones autonómicas. En el entorno de Bonig son conscientes de que el PP no volverá a la Generalitat si no logra la percepción entre los valencianos de que defiende sus intereses, como durante años han señalado las encuestas.

En cambio, ahora los estudios sociológicos detectan que Compromís supera a los populares en esa percepción entre la ciudadanía, por lo que ofrecer un mensaje valencianista y más reivindicativo es crucial para sus expectativas electorales, aunque Madrid insista en que lo mejor para ganar elecciones sea dar una imagen de unidad y no de ruptura, como han defendido en los últimos días Maíllo y el propio Mariano Rajoy.

Por eso, en la dirección de Bonig no entienden un nuevo PPCV sin que cualquier militante pueda presentarse o sin que los afiliados puedan votar. Aseguran que la militancia quiere hablar libremente y que la gran exigencia de las bases en las tres convenciones provinciales celebradas es la petición de apertura del partido. «De ahí no nos vamos a mover», zanjan en el entorno de Bonig.

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