Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

Iker Marcaide: "Apuesto por crear empresas de impacto que generen valor social"

«Hubiera sido muy fácil quedarme en EE UU, pero es importante pensar más allá de uno mismo y ayudar a ser más relevante al país que consideras tu hogar»

Iker Marcaide: "Apuesto por crear empresas de impacto que generen valor social"

El joven emprendedor valenciano Iker Marcaide (Boston, 1982) siempre busca añadir un valor social de impacto a las empresas que idea. Su última aventura, levantar sobre 25 hectáreas de Paterna un ecobarrio sostenible de mil viviendas. Vino al mundo en EE UU mientras su padre, Jon Marcaide, primer catedrático de Astronomía y Astrofísica de la Universitat de València, se doctoraba en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Tras graduarse en Ingeniería Industrial en la Universitat Politècnica de València (UPV) como número dos de su promoción, volvió al MIT con una beca para estudiar en su Escuela de Negocios. Fue allí donde con 27 años fundó su primera empresa, PeerTransfer, una plataforma de pagos internacionales en el sector educativo que en 2010 fue considerada la mejor start-up del mundo y que hoy ahorra al año 50 millones de dólares en comisiones a miles de alumnos internacionales de 1.200 universidades.

Estaba en el MIT de Boston, la mejor universidad del mundo; la plataforma en internet que había creado para facilitar los pagos internacionales universitarios a los estudiantes acababa de ser considerada como la mejor start-up del mundo... ¿Por qué decide volver a España?

Es que yo desde el principio tenía claro que me veía a largo plazo en España y en València. Incluso cuando empecé a abrir oficinas de peerTransfer por todo el mundo la primera que monté fue la de València, en la que ahora trabajan más de 100 personas.

Su padre cuenta en una entrevista que tras doctorarse en el MIT rechazó una oferta de volver allí como profesor porque «tenía miedo de triunfar en EE UU y de no volver nunca» ¿Sintió usted también ese vértigo?

Una cosa que admiro, entre otras muchas, de mi padre es que tenía muy claro qué quería hacer con su carrera. Y más allá de elegir la solución más cómoda y triunfar en EE UU, él eligió un camino mucho más cuesta arriba y en un momento en que la ciencia estaba en pañales en España apostó por crear un equipo potente de investigación en radioastronomía que compitiera a nivel internacional. No había pensado en esa analogía entre la trayectoria de mi padre y la mía, pero es verdad que para mí hubiera sido muy fácil quedarme en EE UU, pero yo considero que es importante el pensar un poco en los impactos más allá de uno mismo y en qué puede ayudar al país que consideras como tu hogar a ser más relevante. Además, me parece fundamental que los abuelos tengan la oportunidad de ver crecer a sus nietos cerca.

¿Por qué desembarca en el negocio inmobiliario?

Yo no sé si lo llamaría negocio inmobiliario, porque el lado inmobiliario lo veo como un medio para un fin: qué tipo de vida quieres llevar y cómo el espacio y la comunidad te permiten vivir en base a tus valores.

¿Qué hay detrás de su necesidad continua de emprender?

Yo no soy una persona que analiza mil oportunidades y elige la mejor, sino que me voy chocando con piedras en mi camino y me niego a aceptar que ese obstáculo esté ahí. Yo lo llamo la maldición del emprendedor: no aceptas que esa piedra esté delante de ti y piensas que otra forma de hacer las cosas es posible. Busco centrarme en temas de impacto local, que puedan beneficiar al entorno donde yo estoy, que es València. De ahí el colegio que abrimos el año pasado a partir de tres amigos que nos juntamos buscando la escuela que queremos para nuestros hijos y ahora vamos a por el lugar en el que deseamos vivir.

¿Crea un colegio Montesori en Valènica porque no da con ninguna escuela que le guste?

Los colegios que visitaba me recordaban mucho a como yo había estudiado hace 30 años. Con todo lo que ha cambiado el mundo en tres décadas te planteas si esa es la forma en la que deberían ser los colegios. Entonces, con dos amigos que estudiamos juntos en la UPV apostamos por crear un colegio no pensando en cómo el mundo era, sino en cómo es y será y que fomente la autonomía del niño, su independencia, el placer por aprender y la curiosidad. Una escuela que permita a los niños buscarse la vida en un nuevo entorno y con otras reglas de juego.

Resulta curioso que ese colegio ideal haya sido el germen de la concepción del ecobarrio...

En la búsqueda de ampliar nuestro colegio Montesori, que acaba de terminar su primer curso con 30 niños de hasta 6 años, y llegar hasta los 18 años, preguntamos a las familias cuál sería el lugar ideal para ubicar el centro. Muchas familias nos decían que les gustaría vivir cerca del colegio y nos dimos cuenta de que había una oportunidad de crear un entorno donde casi volviendo a los orígenes, los niños pudieran ir andando al colegio y jugar en las calles. Entonces fue cuando empezamos a buscar referencias por el mundo de barrios que más allá de dejar caer unos edificios sobre el terreno, habían pensado en las interacciones entre los distintos elementos. Y marcarnos unos objetivos ambiciosos en el ahorro de consumo energético, de reutilización de aguas, de economía circular y de fórmulas habitacionales para que gente de distintos perfiles socioeconómicos pudiera vivir y casi les una más lo que comparten que lo que les separa, que es su cuenta bancaria.

¿Y cómo van a hacer esto?

Queremos partir desde el principio con nuestros futuros vecinos para diseñar conjuntamente el barrio, que es lo que llamamos cocreación. Esto es algo muy distinto a lo que estamos habituados a ver, donde cuatro personas se cierran en una habitación y toman todas las decisiones con lo que al final acabas comprando tu casa sobre el plano.

Una de las premisas de su barrio soñado, que los niños vuelvan a jugar en la calle...

Yo creo que el urbanismo se ha visto mucho desde el lado de los adultos y pensado en base a los coches. Queremos darle la vuelta a eso y hacer un diseño desde perspectivas muy diversas, desde la de las mujeres, desde los niños... Por ello buscamos crear un entorno peatonalizado que invite a la interacción social.

Siempre busca añadir un valor social a sus empresas ¿se ve un empresario utópico?

Cuando monté PeerTransfer lo hice porque pensaba que era injusto que aquellos que son más pequeños e indefensos, los estudiantes, fueran los que acabaran pagando más comisiones por estudiar. Por ello apuesto por las empresas sociales, empresas de impacto que buscan intencionadamente crear valor social y ambiental más allá de lo económico.

¿Por qué le resulta tan interesante este modelo de empresa?

Porque define lo qué haces. Tú puedes elegir entre montar un bar o apostar por crear buen rollo entre gente. Y eso es lo interesante como lente a través de la que mirar las cosas de otra forma. Por esta razón para nosotros crear un barrio más que un fin es un medio para generar cohesión social, interacciones y minimizar el impacto en el entorno.

Oyéndole hablar del ecobarrio veo mucho de idealismo...

Yo intento ser práctico más que utópico. Esto es una oportunidad genial para, a una cierta escala, mostrar que las ciudades pueden crecer de otra forma. Si lo hacemos bien, este barrio de mil viviendas en el que vivirán entre 3.000 y 4.000 personas puede inspirar a que muchos otros hagan las cosas de otra manera.

Compartir el artículo

stats