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Trama

Bebés robados condenados al olvido

Los casos de más de 300 niños en la Comunitat se archivan por falta de pruebas - Vicente Martínez, el primer valenciano que dio a conocer su historia, asegura que las víctimas dependen ahora de que alguien reconozca su fisonomía

Vicente Martínez, vecino de l'Eliana, muestra los documentos recopilados y las fotografías de su infancia. m.a. montesinos

Ha rastreado hospitales, registros, cementerios... Ha declarado ante el juez, ha llevado testigos, ha conseguido la documentación pertinente, la partida de nacimiento, la casa donde lo recogieron... Ha salido en los medios de comunicación, ha buscado a los responsables y a sus familiares, se ha hecho las pruebas de ADN... Vicente Martínez fue el primer valenciano que salió a la palestra en busca de su madre biológica. Él fue un bebé robado. Como tantos otros. Los casos se cuentan por miles.

Sin embargo, no hay responsables. Tras el boom mediático el procedimiento se repite: tras la denuncia, la Fiscalía archiva el caso por falta de pruebas. El de Vicente Martínez es uno más. Carpetazo al asunto, buena suerte, Vicente, lo sentimos.

Vicente tiene datos, fechas, nombres, direcciones y una historia estructurada. Sabe que pagaron por él y lo sabe porque sus padres adoptivos se lo reconocieron. Eso supuso un punto y aparte en sus relaciones. Para tener en casa un bebé que la pareja no podía concebir, los padres adoptivos de Vicente ahorraron.

Sin embargo, en lugar de comprar un piso (que costaba entre 100.000 y 200.000 pesetas en la época), pagaron esa cuantía por un bebé. Incluso les dieron la posibilidad de elegir sexo. Pidieron un niño y Vicente llegó a sus vidas. Hasta que tuvo 38 años y supo la verdad.

¿Qué hacer?

La historia de Vicente es la misma que la de 300 valencianos y 3.000 españoles que han denunciado su caso. Víctima de la trama de bebés robados, Vicente busca a su madre. Otros hacen lo propio con su hermano, su hijo, su sobrina, su gemela...

Sin embargo, el tiempo corre en su contra y los casos se archivan, uno tras otro, por falta de pruebas. Si el médico que firma el acta de nacimiento o las monjas que realizan el intercambio han fallecido no hay nada que hacer. Aunque aún queden testigos vivos de lo que ocurrió (como en el caso de Vicente) el caso se archiva. ¿Y entonces? ¿Qué más se puede hacer? En esas está Vicente Martínez.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y a esa expresión se aferran los bebés robados y las víctimas de la trama. La esperanza reside, para ellos, en la genética, en la reproducción de gestos y rasgos de padres a hijos; en esas señas de identidad entre hermanos e, incluso, primos.

Esos ojos claros, esos hoyuelos, esa frente despejada, esos labios finos... la esperanza reside en que alguien vea las fotografías y le recuerde a otro alguien, una madre que creyó que su bebé había muerto porque así se lo dijeron, o que lo entregó de forma voluntaria por razones que solo ella conoce. Eso último fue lo que le dijeron a Vicente por activa y por pasiva. De hecho, le «hicieron un favor» porque «su madre no quería cuidarlo». Esa es la versión oficial en una historia donde toda la documentación, de principio a fin, es falsa. Vicente lo duda, y por eso la sigue buscando. Sobre todo porque es padre (de dos niños de 9 y 4 años), y principalmente porque es hijo.

«Cuando te enteras de algo así... ufff... es como si toda tu vida hubiera sido una farsa. No sé, yo no quería romper el vínculo con mis padres adoptivos pero quería saber la verdad. Quiero encontrar a mi madre biológica», explica con tranquilidad.

Los nervios en el estómago, el ansia de los primeros momentos de la investigación ya han pasado a la historia. Ya ha cotejado su ADN en más de 8 ocasiones, sin éxito. «Recuerdo la primera vez que alguien me llamó porque la fecha coincidía. Cuando estuvieron los resultados sentí una gran decepción por las expectativas generadas así que ahora voy con más calma y me tomo las cosas de otra manera. Intento no hacerme ilusiones... pero es difícil», explica Vicente.

Los datos que maneja Vicente para encontrar a su madre son dos: la fecha (14 de marzo de 1972), la hora (3 de la madrugada) y el hospital (clínica La Salud, en València). Si tuviera que dar un mensaje lo tiene claro: «Mamá, te sigo buscando». Y ya lleva 7 años.

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