Ni para satisfacciones personales, ni para presentar criterios de «sabor político», ni para destacar aspectos históricos, ni para alardear de cuánta cultura tiene uno. Los pregoneros de las fiestas religiosas cobran cada año protagonismo y el cardenal arzobispo de València, Antonio Cañizares, ha firmado un decreto para que quien anuncia el inicio a la fiesta -e invita a participar en la misma- sepa qué debe o no incluir en el discurso.

El decreto lo dio a conocer el delegado episcopal de Religiosidad Popular, Antonio Díaz Tortajada, en la última reunión de la Junta de Hermandades y Cofradías de la Diócesis de Valencia, que se celebró en Alboraia, tal como marca el arzobispado en la publicación Paraula.

Más que unas directrices o normas concretas, el texto plantea lo que «no debe faltar en el pregón», y lo que no debe faltar «es Dios».

«Los pregones de cualquier fiesta deben ser una verdadera expresión de la fe que profesamos y de la comunión eclesial de la que somos parte», afirma un texto que pretender marcar un antes y un después y erradicar algo contra lo que Antonio Díaz Tortajada lleva años luchando: evitar que las hermandades de la Semana Santa Marinera se conviertan en una especie de fallas o lugares donde aumenta la fiesta en detrimento del interés religioso.

Proclamación de la fe

Y es que, según el decreto, «un pregón debe ser la proclamación de una fe» por lo que «sería un grave abuso servirse del pregón para satisfacciones personales y para presentar criterios personales de sabor político, tan ajenos a las instituciones religiosas». Por poner un ejemplo, el arzobispo señala que a veces la Semana Santa «se confunde con procesiones y eso no es más que la parte vistosa».

Por ello, en el pregón debe quedar claro «que nuestro principio y fin es Dios». «Vivimos en un momento en que la Semana Santa, como la sociedad en general, está caminando sobre terrenos que a veces son movedizos. Los valores y los principios están en riesgo desde hace tiempo por la crisis, a veces se confunde con procesiones y eso no es más que la parte más vistosa. Hay una liturgia y un proceso en torno a esta celebración donde se conmemora la esencia, la fe del cristianismo, que no es otra que la muerte y resurrección de Cristo».

Díaz Tortajada, que es delegado episcopal de religiosidad popular, explica que la base del pregón de una fiesta debe ser «la proclamación de un hecho: Jesús es el señor y salvador», de modo que «los aspectos históricos, culturales e incluso celebrativos de cualquier advocación no deben oscurecer la fe en el misterio».

Instrumento providencial

«Tenemos la obligación de hacer una llamada hacia nuestros principios. Y nuestro principio y fin es Dios. A partir de ahí viene todo lo demás», sigue Díaz Tortajada. Por la misma razón, «el pregón es un instrumento providencial de evangelización» porque entre los que reciben el mensaje se encuentran «creyentes, alejados y no creyentes».

De modo que cualquier contenido de carácter político o que pretende satisfacer la vanidad de los servidores públicos no hace más que envenenar el discurso.