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Análisis político

El viejo PP que persigue a Bonig

El caso Gürtel torpedea el proyecto de visibilizar un «nuevo PP» - Los dirigentes contaminados están fuera, pero el daño a la marca es inevitable

El viejo PP que persigue a Bonig

Pronto hará un año desde que Isabel Bonig consiguió su objetivo de convertirse en presidenta regional tras un proceso de primarias. Un 97% de votos que le daba legitimidad para sacar adelante un nuevo proyecto que tenía como punto de partida dejar atrás el pasado, sobre todo, el de los casos de corrupción responsables de enterrar dos décadas de éxitos electorales. Había que proyectar un nuevo PP y dejar de lado al «viejo PP», aquel que solo daba malas noticias y amenazaba con que Génova volvería a desplegar sobre los populares un cordón sanitario.

Sin embargo, ese viejo PP se resiste a desaparecer y desde que Bonig tomó las riendas del partido en 2011 su fantasma ha vuelto en forma de casos judiciales para aguar la fiesta a ese nuevo PP y su intento de marcar la agenda política en la Comunitat Valenciana.

Uno de los asuntos más hirientes, dado su impacto en las siglas, ha sido la pieza de Gürtel sobre financiación irregular, un juicio letal para quienes formaron parte de la cúpula popular en tiempos de Francisco Camps y para el propio expresidente, tocado de muerte a pesar de no sentarse en el banquillo. Una semana de juicio que ha dinamitado aún más la imagen del partido justo en el momento en el que otro, Ciudadanos, aumenta sus expectativas y amenaza con hacerse con el centro derecha valenciano.

La actual cúpula regional se agarra a que los protagonistas de esta negra semana están ya fuera de la primera línea. Se apearon hace mucho del barco popular, pero este hecho no impide que sus nombres estén irremediablemente vinculados al partido de la gaviota, máxime cuando en su día ejercieron todo el poder.

Ese 2 de abril en el que Bonig fue proclamada presidenta en presencia de Mariano Rajoy, la lideresa lanzó una reflexión que parecía lapidaria: «Será la última vez que pida perdón por los «errores y por la corrupción». «Hubo gente indecente que se aprovechó de los valencianos de buena fe y de los militantes honrados. No lo detectamos a tiempo. Lo pagamos muy caro en su momento. Pedimos perdón por última vez», dijo.

En los siguientes nueve meses, Bonig ha tratado de mantenerse fiel a este compromiso, pero el zarpazo en la imagen que el juicio de Gürtel está asestando a la marca, hace que los silencios sean demasiado sonoros. Desde que arrancó el juicio con la confesión de Correa, la cúpula regional ha tratado de marcas distancias y se ha negado a valorar el devenir de la sesiones, ni siquiera cuando los testimonios han desnudado el modus operandi de un partido que, en plena borrachera de poder, hizo trampas para atar sus mayorías absolutas. Pero cuando el nombre de Francisco Camps se ha hundido en el lodazal, a Bonig se le complica la estrategia de mantenerse al margen y mirar a otro lado. En la política como en la vida es difícil dejar atrás el pasado. Es cierto que Bonig abrazó la mano dura contra la corrupción y ha renovado el partido, pero eso eso no cambia que el partido que preside es producto de un pasado. A ella la señaló Camps, fue consellera con Alberto Fabra y acabó bendecida por Rajoy gracias a Rita Barberá.

El clima ha obligado a que algunos cargos del PP nacional hayan deslizado que sienten «vergüenza» por lo ocurrido, pero la estrategia a nivel nacional ha sido también marcar distancias y circunscribir la financiación irregular al PPCV, ya que, como subrayó el viernes Fernando Martínez Maillo, el PP está «descentralizado». El juicio Gürtel ha salpicado de pasada a otros, como el expresidente Alberto Fabra o Adela Pedrosa, ambos con escaño en Madrid. Para la dirección regional es a Génova a quien en todo caso le corresponde mover ficha. Está por ver si la patata caliente de Gürtel no acaba abriendo otra crisis entre el PPCV y Madrid.

Tras este nuevo terremoto, Bonig tiene complicado desentenderse pues su visión del perdón puede parecer carente de contrición. Y la estrategia de que 'la vida sigue y 'cuánto antes pase la tormenta mejor'tiene un problema. Con la pieza de Gürtel sobre financiación irregular se cierra un caso, pero hay otros que volverán a condicionar la estrategia de Bonig. El fantasma del«viejo PP» se paseará de nuevo por el caso Valmor o la pieza de Gürtel sobre la visita del Papa y los contratos menores. Si Correa y 'El Bigotes' han tirado de la manta ahora, también es previsible que lo hagan en un futuro. El otro gran quebradero es Taula. La decisión sobre si se abre o no juicio oral debe tomarse como muy tarde este verano. De avanzar, ya hay en el PPCV quienes temen que el juicio coincida con la campaña electoral. Junto a los concejales imputados está la sombra de Rita Barberá, otro factótum del «viejo PP» que puede amargar la campaña a Bonig y al candidato o candidato elegido para el cap i casal. Parafraseando a Ricardo Costa, «la fiesta en el PP no acaba nunca».

En este contexto, Bonig y su entorno ha tratado de mantener una agenda de normalidad. Muchas voces en el PPCV insisten desde hace tiempo que Bonig, muy dada a bregar en todas las batallas políticas, debe reservarse, proteger su imagen institucional para poder visualizarla como rival de Puig. A Bonig le cuesta estar al margen y con Gürtel en el foco, aunque esta vez le interese, lo tiene muy complicado.

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