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Cuarto aniversario

De la plaza a las instituciones

La militancia de Podemos pasa de la intensidad de las primeras asambleas al proceso "sesudo" de la actualidad

De izq. a dcha., Ana Bedrina, Lola Sáiz y Pablo Català, militantes de Podemos en València desde sus inicios hace cuatro años. fernando bustamante

Tres meses tardó Podemos en pasar de ser una formación recién nacida y con un televisivo líder a obtener más de 1,2 millones de votos. Fue en las europeas, en 2014. En aquel momento, Lola Sáiz, corredora de seguros que entonces contaba con 51 años, comenzó a frecuentar las asambleas de València.

Nunca antes había estado en un partido político, ni en ninguna otra plataforma social. De hecho, el día que decidió ir a la Facultat de Geografia i Història de la Universitat de València a ver a Pablo Iglesias no sabía que estaba acudiendo a la presentación de un nuevo partido. Hoy, cuatro años después, forma parte de esa militancia morada en proceso de adaptación a una vida sin campañas electorales.

«Todo era muy intenso. Había una sensación contagiosa de ilusión y convicción en que íbamos a cambiar las cosas», recuerda de aquellas asambleas la educadora Ana Bedrina, una joven de 32 años natural de Teruel pero afincada hace más de cinco -y con un perfecto valencià- en el «cap i casal».

«Y todavía está esa ilusión», se apresura a remarcar. Junto a Pablo Català, comunicador de 33 años y vecino también de la ciudad, y Lola, los tres forman parte de Podem País Valencià desde sus inicios. «Desde que éramos 30 o 40 personas para hacerlo todo, desde pegar carteles a buscar altavoces», rememora Lola con una sonrisa.

En el caso de Pablo, recuerda que a la presentación de Iglesias no acudió (la vio por internet, herramienta indispensable a la que Podemos le debe su principal crecimiento) pero sí participó de la primera gran asamblea en Filosofía, donde tuvo lugar el debate fundacional.

«Allí había de todo. Muchas personas que habían estado en las plazas del 15M, gente de Anticapitalistas, de Juventud sin Futuro, otros muchos que después de la primera asamblea ya no volvieron...», detalla Pablo. «Enganchaban dos cosas: el convencimiento de que nacía un artefacto de intervención política) y que Iglesias llenaba un gran agujero en cuanto a representatividad que había dejado el M», explica el militante.

Coinciden los tres en que la figura del líder madrileño fue un gran acicate a la hora de acercarse a Podemos. «Pero no es solo eso. Hay que demostrar eficacia en la gestión», apunta Ana. «Por primera vez había una formación que hablaba de renta básica, de precariedad, de los jóvenes, de los desahucios... Nacía algo que no habíamos visto hasta entonces. Era la ruptura del bipartidismo», expone Ana. «Hasta entonces no había prácticamente alternativa de voto. Podemos ha enriquecido el panorama», añade Pablo.

«Todo es más serio»

Esas premisas políticas siguen ahí, aseguran. Y la militancia también. «Desde que nacimos hemos ido encadenando elecciones tras elecciones. Ahora quizá parece que estamos como más latentes o desaparecidos, pero en cuanto aparece una campaña, de repente vuelven a salir un montón de voluntarios. Las bases están ahí», cuenta Lola.

También hacen referencia a la nueva dirección. En un balance de estos cuatro años, le pedían más contundencia a la etapa anterior liderada por Antonio Montiel. Más «papel de oposición». Destacan la tasa turística (no instaurada) o el papel en la negociación de los últimos presupuestos como logros de la nueva etapa encabezada por Antonio Estañ. «Cuando lleguen las autonómicas y municipales, sabremos diferenciarnos del Botànic», incide Pablo.

Reflexionan acerca del arraigo del partido en la C. Valenciana. «Nos hacen falta caras en los municipios, son la clave», defiende Ana. «Nos encontramos en un proceso más sesudo, más institucional. Hemos madurado. Hemos aprendido que tenemos el foco encima. De repente cambia la libertad. Todo es más serio», traslada Pablo, no sin antes apuntar al papel de los medios en el proceso de crecimiento y posteriormente la imagen de «frustración» que se traslada del partido tras no haber «asaltado los cielos» en las últimas generales.

«A mi alrededor no veo frustración», asegura. «Yo no percibo que haya pasado la crisis. La precariedad y las desigualdades continúan estando ahí. Las demandas de Podemos siguen estando vigentes y estoy convencida de que se trasladará en las elecciones. El 'sí se puede' sigue ahí», añade Lola. «El día que Podemos deje de ser un instrumento útil para el cambio, iremos a trabajar a otros ámbitos», concluye Ana.

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