Si algo ha enseñado la pandemia a las autoridades es que no hay que dejarse llevar por la euforia ni abrir demasiado rápidamente la mano cuando la famosa curva inicia la senda del descenso. Pese a la notable mejoría que han experimentado las cifras de contagios en los últimos días, la prudencia impera en el seno del Consell. Con el propósito de conseguir un margen más holgado que permita consolidar la tendencia positiva, el president Ximo Puig avanzó el domingo que las restricciones implantadas el 7 de enero se prolongarán más allá del próximo lunes, 15 de febrero.

Despejada esa incógnita, el debate en el ejecutivo autonómico se centra en otras disyuntivas. Una de las opciones en discusión, según ha podido saber este diario, pasa por la posibilidad de acortar la siguiente prórroga, que podría durar una semana en lugar de los quince días habituales. La cuestión se planteó ayer en la reunión que mantuvo Puig con la consellera de Sanidad, Ana Barceló, y otros cargos autonómicos en el Palau.

La decisión sobre cómo se modula la desescalada aún no está tomada, pero el proceso será gradual y se desplegará poco a poco. El marco temporal de las últimas medidas dependerá de la letra pequeña que proyectan los datos sanitarios diarios. El carácter voluble del virus así lo impone.

Puig: No estamos en disposición de flexibilizar las restricciones

Puig: No estamos en disposición de flexibilizar las restricciones Agencia EFE

Ahora bien, la semana ha comenzado con un balance relativamente bueno -en comparación con los registros precedentes- que ofrece motivos para el optimismo. La incidencia acumulada se redujo este lunes por debajo de los 1.000 casos por cada 100.000 habitantes, una meta imprescindible antes de comenzar a pensar en levantar ciertas medidas.

La semana ha comenzado con un balance relativamente bueno -en comparación con los registros precedentes- que ofrece motivos para el optimismo. La incidencia acumulada se redujo este lunes por debajo de los 1.000 casos por cada 100.000 habitantes

Además, el índice de reproducción del virus se ha desplomado a la mitad y las mediciones de las aguas residuales de las grandes ciudades -un indicador que se ha revelado efectivo como método para predecir la evolución de la pandemia- ofrecen un pronóstico halagüeño. La presión hospitalaria y el grado de ocupación en las UCI, sin embargo, siguen en valores altos, lo que inclina la balanza a favor de mantener las medidas más significativas, como la clausura de la hostelería, el toque de queda a las 22 horas o los cierres perimetrales de grandes ciudades, al menos una semana. Eso sí, el nuevo decreto de prórroga no tiene por qué ser calcado al anterior y el Consell se muestra abierto a articular cambios, siempre con el foco puesto en conseguir el máximo equilibrio posible y en evitar estirar más de la cuenta los impactos negativos de las medidas en determinados sectores económicos. A la guerra emprendida por la hostelería o los gimnasios por el cierre de locales desde hace un mes hay que sumar el hartazgo y la sensación de frustración que genera en una parte importante de la ciudadanía la duración de los impedimentos. Otro factor que preocupa entre las autoridades autonómicas por sus consecuencias en la salud mental de la población.

Dalmau pide mantener las medidas

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Puig encontró ayer el apoyo de sus socios al anuncio sobre la prórroga de las restricciones, aunque no se descartan nuevas fricciones respecto a la forma de tejer la desescalada. El vicepresidente segundo y conseller de Vivienda y Arquitectura Bioclimática, Rubén Martínez Dalmau (Unides Podem), defendió que «ahora no es el momento de levantar unas medidas que claramente están surtiendo efecto». «Hemos de mantener los mecanismos y las medidas que hagan falta para vencer la pandemia. No hay que bajar la guardia», sentenció Martínez Dalmau.