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Des dels Aflorins

oídos sordos

CiU y ERC, a las que se han unido otras plataformas nacionalistas, ya han dicho y firmado un preacuerdo del que se ha desmarcado Unió Democrática y otras fuerzas políticas que habían apoyado el plan soberanista como IU e Iniciativa per Catalunya, que si ganan las elecciones del próximo 27 de septiembre, declararán la independencia, dando carácter plebiscitario a estos comicios y echándole la culpa a Rajoy, que por lo visto es el nuevo ZP. Les da igual lo que diga la Constitución o los Tribunales de Justicia. Incluso, Europa. Ellos, los nacionalistas, siguen empecinados en separarse de España porque creen que así les van a ir mejor las cosas en el futuro, a pesar de que ya les han dicho por activa y por pasiva que no van a aceptar la secesión de un territorio y, que, por tanto, se quedarán fuera del euro y de la Unión Monetaria. Con todas las consecuencias que ello supondría para la economía catalana y también para la española. A pesar de ello, siguen reclamando la independencia.

Poco o nada les importan las consecuencias. Fracasado ese simulacro de pseudoreferéndum que montaron en el mes de noviembre para contentar a su electorado, sin ningunas garantías y que, además, no fue secundado de forma mayoritaria, ahora van más allá, declarando de forma unilateral la independencia, siguiendo a pies juntillas el guión de ERC, que es quien más tajada está sacando del asunto soberanista, que ha pasado de ser una fuerza minoritaria y residual hace tan sólo unos años a ser el primer partido en intención de voto, mientras CiU pierde respaldo popular a marchas forzadas. Rajoy ha sido tajante en este sentido al afirmar que la unidad de España no se negocia. Y en esa misma línea se ha manifestado igualmente el PSOE, partidario de una reforma de la Constitución y de la vía federal. Los nacionalistas no creen en la solidaridad interterritorial, que ha permitido que CC AA más pobres como Extremadura o Aragón hayan podido crecer, gracias, precisamente, a esa solidaridad, que permite que haya menos desigualdades y un reparto más equitativo de la riqueza, de tal manera que las comunidades más ricas como Madrid, País Vasco o Catalunya contribuyan más a las arcas del Estado, que las que menos recursos tienen. Esto ha permitido entre otras cosas hacer de España un país próspero. El camino ahora iniciado por CiU y ERC sólo les aboca al precipicio. El problema es que va a arrastrar a mucha gente con ellos.

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