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La huella enguerina de Santa Teresa

Enguera relanza la historia y arquitectura del convento carmelita por el V centenario de la santa

La huella enguerina de Santa Teresa

A lo largo de este 2015 se conmemora el nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Por ello, aprovechando la celebración del V centenario la Asociación Amigos de Enguera ha querido poner en valor la huella indirecta que la santa dejó en la localidad. De hecho, Enguera fue en 1649 el segundo municipio valenciano en fundar una congregación de Carmelitas Descalzos, sólo precedido por la capital de la provincia.

Pero que Enguera contara con un convento de regulares teresianos «no fue tarea fácil», explica el estudioso de la historia enguerina Manuel Simón. Fue gracias al talante del notario del pueblo, Juan Fabra, empeñado en contar con una orden religiosa que diera esplendor a su villa natal, quien removió Roma con Santiago para que la fundación fuera creada. Finalmente él no pudo ver culminar su obra, pues murió apenas dos años antes de su puesta en marcha, pero contribuyó a que fuera posible. No sólo por sus trámites si no también por el dinero que legó a la causa.

La gran austeridad que predicaban San Teresa y San Juan de la Cruz se vió reflejada en la vida del templo. En principio los frailes se comprometieron a «ayudar a bien morir a los vecinos de Enguera, conjurar el mal tiempo y predicar algunos días de cuaresma», sin embargo, por cuenta del concejo tuvieron que hacer concesiones como, por ejemplo, incorporar la enseñanza, en este caso de artes y humanidades a la población. «El concejo de la época pretendía pagar por ello a los religiosos y esto es símbolo de la preocupación por la enseñanza que siempre ha habido en Enguera», explica Leo Juan, presidenta de la asociación. A día de hoy no se tiene certeza de si los frailes recibieron la autorización para practicar la docencia, pero sí de ese afán educativo del concejo local.

La orden carmelita estuvo muy presente en la vida de Enguera. Hasta 24 de los frailes que vivieron en él fueron locales, así como tres de sus priores. Los teresianos fueron clave en distintos momentos de la historia enguerina. Durante la Guerra de Sucesión (1702-17014) cuando Enguera era firme defensora de los derechos monásticos de Carlos de Austria, y fue tomada por las tropas borbónicas, los monjes acompañados de las mujeres del lugar, evitaron que la villa sucumbiera pasto de las llamas tal y como lo hizo la vecina Xàtiva. También destacan las crónicas del momento la labor caritativa que realizaron los frailes tras el trágico terremoto de Montesa (1748), a pesar de los daños sufridos en su templo. Y durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) el de Enguera se convirtió en el último refugio de la provincia para la orden carmelita, llegando a reunir hasta 95 religiosos. Finalmente todos tuvieron que huir y los franceses se encargaron de destrozar durante años el lugar: la biblioteca, los cuadros, los muebles, el huerto del convento... Aunque posteriormente los religiosos volvieron a Enguera, no fue por mucho tiempo. Con la desamortización de Mendizábal el convento pasó a tener uso secular y sólo después de la Guerra Civil la capilla volvió a usarse para oficiar misas. El resto de la construcción sigue siendo de utilidad actualmente. «Santa Teresa ha estado muy presente en la Villa de Enguera», explica fray Dionisio Tomás, Archivero Provincial de Aragón-Valencia. «Primero con sus hijos los Carmelitas Descalzos y a través de ellos y de los escritos de la misma Santa, ha influido en los enguerinos, que le han dedicado una de sus calles y la mantienen viva en su historia», concluye.

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