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Des dels Alforins

cazando en la Quéjola

Hemos cambiado de destino cinegético. Nos hemos ido hasta Casas de Lázaro, un pequeño municipio situado en la parte oriental de la comarca de la Sierra de Alcaraz, en la provincia de Albacete. Entre Balazote y San Pedro. Hemos cazado en la finca La Quéjola. Tenía muy buenas referencias de esta finca por un amigo mío, Ramón, que lleva ya muchos años cazando en ella y no me ha defraudado. Un coto de más de 1400 hectáreas, propiedad del Marqués de Melgarejo, que cuenta, además, con otras dos fincas de caza en Belmonte y San Clemente, esta última para ojeos. La Quéjola es el nombre de un antiguo poblamiento íbero del siglo V.

A las 10 de la mañana nos esperaban en la finca los guardas Ángel y Emilio, que nos han acompañado durante toda la jornada cinegética. A las puertas de la casa se levantan unos majestuosos nogales de más de doscientos años. Un pequeño riachuelo cruza la finca. Yo he empezado muy bien la mañana abatiendo las dos primeras perdices, una de las cuales me la ha sacado Duba que le había cogido el viento. Luego he fallado más que una escopeta de feria, errando cuatro perdices consecutivas. Luego he arreglado un poco el día, colgándome 6 perdices y otra más que ha hecho la torre, pero que no he cobrado.

Tampoco Sala se ha encontrado muy bien y al rato de salir se ha ido al coche aquejado de una lumbalgia. El guarda lo ha puesto delante en un par de ganchos. Ángel no se ha separado de su walkie, en permanente comunicación con su compañero que iba indicándole desde el coche como coger la mano para meter las perdices dentro de la mancha. A mí personalmente no me gusta el uso de las nuevas tecnologías en la caza. De ninguna. Y no digamos de las que se usan para la caza mayor. Si vas a una espera prácticamente ya sabes la hora a la que te va a entrar el guarro porque bien a través de una fotografía o de un video tienes plasmado en un gráfico con todo lujo de detalles la hora y las veces que entra el animal al cebadero.

La perrita de Tortosa, Shaila, ha hecho un par de muestras a pieza parada de las de quietarse el sombrero. Aguanta mucho la muestra y hay que azuzarle para que entre a la leña y levante la pieza. La perdiz salvaje no permite estos lujos, arranca mucho antes de que llegue el perro. El cazadero me ha gustado mucho, aunque la densidad de perdices es bastante menor que otras fincas en las que hemos cazado. He visto mucho rastro de conejo, pero a estas alturas de temporada está muy pegado y prefiere estar al resguardo dentro de la madriguera.

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