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Cartas desde el desierto

estupro

Hasta tiempos recientes, incluso en los actuales, en algunos sectores sociales poco dados al estudio y la reflexión, la mujer setabense estaba subordinada al hombre. En el caso de las mujeres ricas dicha subordinación solía limitarse al marido, pero podía llegar a ser extremadamente vejatoria en el caso de las mujeres pobres y desamparadas, a merced de toda suerte de atropellos, casi siempre de carácter sexual. Para muestra, valga lo acontecido a la setabense Alfonsa Sabater a mediados del siglo XVIII. Sabater trabajaba de criada en casa de Domingo Franco en el vecino pueblo de Villanueva de Castellón. Un hermano de éste, de nombre Pedro, soltero de 40 años, la violó a principios de diciembre de 1737, mientras yacía «en el cuarto que está subiendo a la andana». Ella, antes de acceder, a la fuerza ahorcan, le preguntó: «¿Y si quedo encinta?», a lo que él respondió que en tal caso se casaría con ella. Tanto la pregunta como la respuesta son tan viejas como el mundo. Quizá, contemplando el atropello a posteriori, Alfonsa confiase poco en la neutralidad de la justicia en caso de interponer una denuncia. O quizá su secreta esperanza fuese convertirse en señora de la casa, puesto que en vez de denunciar el hecho de inmediato, consintió en repetirlo. Así estuvieron, dale que te pego, treinta noches, «conociéndola unas noches con un acto y otras a dos actos», hasta que la Sabater le anunció que estaba embarazada. A partir de ese momento cambiaron las tornas. La airada respuesta de Pedro fue «que se fuera al burdel». Su hermano la despidió del trabajo de criada, hizo correr la voz de que debía ser una mujer muy experimentada cuando en tan poco tiempo supo que estaba embarazada, y aseguró que Pedro era «un hombre honesto y de buenas costumbres en su mocedad, concurriendo en su persona ser de buena fama, temeroso de Dios, y frecuentar los sacramentos de la penitencia y comunión». Un dechado de virtudes, vamos. Sólo entonces Alfonsa Sabater denunció el hecho a las autoridades, que condenaron a Franco a pagarle 50 libras. Es de notar que la "justicia", entonces, era bastante más rápida que la actual. No obstante, éste se ahorró el dinero de la condena, puesto que la mujer murió de parto, en su ciudad natal, Xàtiva, el mismo día que se hizo pública la sentencia.

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