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que «salvados» salve el textil

Apropósito del último programa televisivo de Salvados que conduce Jordi Évole „sobre la fast fashion o producir ropa a un precio asequible que se renueva muy a menudo en las tiendas„ asuntos como la deslocalización de la industria textil, cosa que se dio, sobre todo, en la década de los noventa e inicios de este siglo, cabe apuntar algunas observaciones. El asunto (ya saben, llevarse la empresa a un país generalmente menos desarrollado) tuvo cierto predicamento tuvo entre el empresariado de la zona de Ontinyent, eso sí con escasa o nula repercusión. Empezando porque el empresariado textil ontinyentí, al contrario de los Inditex y compañía y seguramente debido a su menor tamaño, apegado al terreno, prefirió morir con honra; con las botas puestas en su barco insignia, antes que mantenerse en pie en tierras extrañas, a base de explotar, expoliar o destrozar ajenos medioambientes: tal como quedó reflejado en el susodicho Salvados, que sucede allende.

Ante el fenómeno de la galopante globalización apenas si hubo algún caso que intentó salvar los muebles en tierra árabes. Pero con poco éxito. Y es que, mayormente, el mercado del textil que se producía por estos pagos era, relativamente, más duradero que el fast fashion al servir tejidos para el hogar, en contraposición a ese "usar y tirar" de las grandes marcas, el tsunami asiático sopló con tanta fuerza que los pocos sobrevivientes que hubo pueden considerarse unos quijotes. El fenómeno de la deslocalización textil está llamado, tal como vemos que se aplica, a desaparecer y quedar como una lacra de la historia. Como es su día se abolió la esclavitud. La globalización, además del derecho al trabajo, también deberá llevar aparejada la igualdad a salarios dignos. Y a fuerza de realismo, el programa de Évole mostró una explotación que en el textil ontinyentí no se dio, ni de lejos. De hecho el textil de la capital de la Vall generó una riqueza plausible, que se fue invirtiendo en las miles de casetes que circundan su caso urbano. Permitiéndole, aún hoy, vivir a mucha gente de las rentas que afloró aquella industria en la segunda mitad del siglo XX. Una buena muestra del sentido social que anidaba en aquellas fábricas, fueron los economatos o tiendas a bajo precio, que empresas como Colortex o Paduana abrieron para sus trabajadores con el fin de abaratarles la cesta de la compra.

También tienen su miga las declaraciones de la ahora empresaria María Almazán, una ex trabajadora de una gran marca. Abandonó las prácticas asiáticas y ahora aboga, en sus talleres, por una producción sostenible. Pero es que Évole no solo desnudó a las grandes marcas, sino que puso en evidencia que aquí, caso de Amancio Ortega, o en Sebastopol, solo es posible amasar grandes fortunas a base de explotar y depredar a los otros.

Pasado. Pero no está todo perdido, así en un titular de este diario de 2012, ya podía leerse: «Vuelven empresas textiles que se fueron a China». Y es que la deslocalización, mediante la cual las empresas trasladaron sus centros de trabajo a países con menos costes, empieza a ser cosa del pasado. Mirando al futuro tenemos conclusiones como las del estudio Los efectos de la crisis económica en los distritos industriales valencianos, que recomendamos.

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