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Conmemoración de la II República

«Sin el casco que cogí en el hospital de Xàtiva un obús me habría volado la cabeza»

El último brigadista internacional con vida recibe un homenaje en la capital de la Costera 77 años después de su paso por la ciudad durante la Guerra Civil

«Sin el casco que cogí en el hospital de Xàtiva un obús me habría volado la cabeza» Perales Iborra

José Almudéver tenía 17 años cuando tuvo lugar el Golpe de Estado Militar que dio inicio a la Guerra Civil. Ayer, con motivo de la conmemoración del 85 aniversario de la II República y bajo la condición de ser el último brigadista internacional vivo, dio una charla a alumnos de Bachillerato del IES Simarro y el IES Josep de Ribera, con una edad similar a la que tenía él cuando empezó la contienda bélica. Su padre, natural de Alcásser, y su madre, del barrio del Carmen de Valencia, se conocieron en Francia y fue allí donde nació José, en la localidad de Marsella. Su educación es como él, francesa, pero desde bien pequeño aprendió a hablar valenciano tras oírlo de sus padres. También aprendió castellano, tras su llegada a España cuando tenía 11 años, así como un poco de árabe. Una pluralidad lingüística que le sería muy útil durante la Guerra.

Su intervención estuvo precedida de la de Toni Simó, investigador de la Guerra Civil en Valencia, que hace años fue encomendado a un hombre francés que iba de vacaciones a Alcásser y que podía ayudarle en su trabajo. Fue así como conoció a José, cuyo testimonio plasmó en el libro El pacto de no intervención. Pobre República. Memorias del miliciano y brigadista José Almudéver Mateu. Un pacto que, según el protagonista, «lo único que hizo fue apuñalar la República». Una de las medidas que se tomaron por este Comité fue la de declarar el puerto de Alicante zona internacional. Y fue allí donde varias decenas de milicianos se suicidaron, acorralados, bajo la atenta mirada de José, de su padre, y de miles de personas.

La guerra llegaba a su fin, y fueron llevados primero al Campo de los Almendros, para ser conducidos unos días después al Campo de Albatera, donde se anunció la conclusión de la Guerra Civil. «Aquello fue algo criminal. El Capitán del batallón nos daba una caja de 5 sardinas y 50 gramos de pan para cada dos personas», explica José, que perdió 30 kilos durante su estancia en aquel lugar. Por su condición de Brigadista Internacional, fue castigado a presenciar los fusilamientos que se producían y, recordando uno de ellos, se emocionó.

En repetidas ocasiones, José alzó su puño de forma mecánica, recordando los valores que empezó a defender cuando apenas era un adolescente. Valores que le llevaron a ser juzgado en la Cárcel Modelo de Valencia, donde pasó más de tres años antes de salir en libertad condicional. Tras su salida, la sociedad civil continuaba la represión, y decidió unirse a los Guerrilleros de Levante (AGLA). En 1947, tras el fusilamiento de algunos de sus compañeros, José tuvo que huir a Francia por Olot, cruzando los Pirineos y permaneciendo tres días sin comer ni beber. «En Barcelona me avisaron de que me estaban buscando, y me dieron un aval para que abandonara el país. Fue en Olot donde un trabajador del campo me ayudó a salir, aunque tuve incluso que saltar del tren para que no me encontraran unos policías».

Regreso y paso por Xàtiva

Pero antes, el brigadista sobrevivió incluso a un falso fusilamiento. José volvió a España después de conseguir llegar a Francia. «Cuando le dije al cónsul francés que quería volver no se lo podía creer, ya que era una locura regresar cuando todos estaban huyendo. La respuesta que yo le di es que si todavía había República, había esperanza». Regresó a Alcásser, pero la gente mostraba incredulidad ante su vuelta. Poco después le explicaron que en el pueblo habían recibido una nota de Castellón informando de su fusilamiento.

En su largo recorrido, José Almudéver también pasó por Xàtiva. Herido en Teruel por un obús en 1938, llegó a ingresar en el Hospital de Xàtiva, donde estuvo un mes. «Nunca había llevado un casco, pero vi uno en una enfermería con una bala atravesada y lo cogí, seguro de que me daría suerte. Cinco días después, en la trinchera, nos cayó un obús de mortero que me lo quitó. Si no lo hubiera llevado puesto, me hubiera volado la cabeza». Una vez recuperado de sus heridas, se incorporó a la Brigada Internacional en favor de la República, en Silla.

Ayer volvió a Xàtiva un superviviente de la Guerra Civil que, a punto de cumplir 97 años, sigue cargado de emotivos recuerdos. Su historia es la de muchos, pero con el sello de calidad que solo podría aportar el último brigadista.

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