Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

minima moralia

José Estruch, fisiognomista

Probablemente, el soneto más conocido de Francisco de Quevedo sea el que comienza con los versos «Érase un hombre a una nariz pegado, /érase una nariz superlativa». El título, como no podía ser menos, es A una nariz, y dedicaba el poema a su rival Luis de Góngora. Cleopatra, Cyrano de Bergerac —y Gerard Depardieu, quien lo interpretó en el cine—, Carlos III, Adrien Brody o Berto Romero serían otros apéndices nasales superlativos. Circunstancia ante la cual la recurrencia piadosa afirma «da personalidad». Mientras parece constatado científicamente que, además, la nariz y las orejas crecen durante toda la vida, no existe fundamentación empírica para la fisiognómica, es decir, el estudio de la apariencia externa, sobre todo de la cara, como medio de acceder al carácter o la personalidad del individuo. Pero lo cierto es que desde la Grecia antigua (aparece en su poesía, y un primer tratado de Physiognomonica es atribuido a Aristóteles o a su escuela) hasta nuestros días, en todos los períodos históricos, se ha echado mano de la misma. Cuántos ejemplos enumeraríamos y de cuánta utilidad para el retrato, sea pictórico o literario.

En Sant Joan de l´Énova vino al mundo en 1835 Antonio José Estruch, pintor, ilustrador y caricaturista. Estudiante de Bellas Artes en Valencia y copista de obras de Rafael, Leonardo da Vinci y Joan de Joanes en Italia; pintor de temática religiosa para subsistir a su regreso a Valencia, sería aquí donde, tras asistir a una exposición de obras de Goya, nació su interés por el retrato. Durante una estancia en Madrid, a la búsqueda de trabajo y fama, Estruch logra algunos éxitos haciendo dibujos en los jardines del Retiro. En 1884 realiza un segundo viaje a Italia con ayuda de su familia y, de allí, a París, donde conoce el impresionismo y a personalidades como Van Gogh y Toulouse-Lautrec. A su vuelta, mantiene estudio en Valencia para realizar encargos y es maestro e iniciador de un joven Sorolla. Pasa temporadas en Manuel y es aquí donde, en 1898, pinta las paredes de la casa de su hermano con un expresionismo de herencia goyesca, poblado por personajes grotescos, desesperados o bufonescos, desgarrados, dignos de lástima? Bohemio e inquieto, Estruch falleció a los 72 años en La Pobla Llarga.

Mundo esperpéntico. En todo momento fue un personaje raro y extravagante, ingenioso y tímido, libre. Desde niño dibujó en las paredes —cual adelantado al grafiti— y sobre cualquier papel a su alcance. Paradójicamente, en el envés de sus cuadros escribía notas con información histórica y documental. La amplia obra de Estruch comprende retratos, escenas cotidianas y pintura religiosa, por la que sería comparado con José de Ribera y Joan de Joanes. Su estilo oscila entre el clasicismo renacentista —en ocasiones, realismo cuasi fotográfico—, y un mundo de seres esperpénticos y deformes, gesticularte. Este mundo constituye la faceta más original y llamativa del artista, la que le convierte en analista y usuario de la fisiognómica para la plasmación de los rasgos físicos de sus retratados estrechamente vinculados a sentimientos, estados de ánimo y caracteres. Y son, pese a su condición fragmentaria, algo más que bocetos; buena parte de ellos, mucho más: cada uno podría ser una obra autónoma. En 2007 se pudo ver en Xàtiva la exposición Estruch. Centenario 1835-1907, organizada y comisariada por Joan Ramos en agradecido y necesario tributo a uno de quienes mayor huella fijaron en su iconografía.

Compartir el artículo

stats