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Xàtiva 1916: entre aguas limpias y corridas de toros

Cumple cien años la plaza de toros envuelta en la polémica. La misma de hace un siglo. Los argumentos a favor y en contra de los toros no han dejado de oírse desde que allá por finales de 1915, un grupo de setabenses decidiera fundar la sociedad cooperativa para la construcción de un coso taurino, posteriormente transformada en un Patronato, integrada por las fuerzas vivas locales que idearon todo un sistema para evitar corruptelas en un edificio de iniciativa privada pero de vocación pública. Ahora el resultado de un referéndum, con la victoria de los antitaurinos por estrecho margen, desea abolir lo que un grupo de setabenses pactaron ya hace más de un siglo, y financiaron de su bolsillo. Revivamos la polémica de ayer, donde Xàtiva se dividió entre los pro plaza y los que pensaban que había otras necesidades más importantes, como la de dotar a la capital de la Costera de un moderno alcantarillado.

En el desaparecido cine León, Ernesto Sanz, Fernando Bernabé y el por entonces alcalde Ricardo Bellver, presentaron a la ciudadanía un proyecto que tenían muy avanzado para conseguir el capital necesario con el que Xàtiva pudiese erigir una plaza de toros, sin necesidad de recurrir a la financiación pública. Su idea consistía en captar inversores a través de las suscripciones por acciones. Contaban con un capital inicial de trece mil pesetas, el solar para elevarla, y el plano del arquitecto constructor, Demetrio Ribes. No tendría afán de lucro y los beneficios de sus espectáculos irían destinados a costear gastos de la Beneficencia. La acción costaba 25 pesetas y se podía pagar a plazos. La sociedad se disolvería en el momento en que se hubiese construido la plaza. La misma estuvo acabada en 1919, momento en que se constituyó un patronato formado por el alcalde, el juez municipal, el abad, el decano del Colegio de abogados, los subdelegados provinciales de medicina y farmacia, y los máximos contribuyentes de matrícula industrial, rústica y urbana.

En el transcurso de su construcción se desató una ardua polémica que, como hoy, se trasladó a la prensa pero con la diferencia de que el debate no surgió de las autoridades, sino de la sociedad civil. Es decir, no se organizó ningún referéndum de aprobación, sino que muchos setabenses se indignaron con muchos de sus vecinos, al plantear aquellas costosas diversiones cuando había otras necesidades más prioritarias, en su opinión, como las de atajar las graves deficiencias de salubridad que padecía Xàtiva. Y más cuando se habían detectado restos de detritus en las canalizaciones de las fuentes públicas, que ponían en entredicho la calidad de las aguas de la ciudad de las mil fuentes.

Parte de la prensa liberal comenzó a publicar editoriales con el objeto de movilizar los bolsillos de los setabenses para higienizar la ciudad. Se publicaron informes médicos sobre un alto grado de insalubridad que podían desencadenar todo tipo de epidemias. Se planteó la necesidad de sustituir los retretes por modernos váteres y la posibilidad de cómo hacer viable el proyecto de reformas a través de un impuesto que gravase el consumo de agua. Y se recriminaba al ayuntamiento la exigua dotación presupuestaria del apartado dedicado a policía urbana, encargada de la alineación de calles, limpieza, arquitectura de las casas, alcantarillas, aceras, adoquinados y cuanto fuese indispensable para que la población resultase higiénica, y se preocupase por ayudar a gestionar un tema tan baladí, incentivando encima la inversión privada. A ello se sumó el argumento que se esgrime en la actualidad para derogar la fiesta de los toros, basado en que la tortura y asesinato de un animal, no puede ser considerado nunca un espectáculo, sino más bien una fiesta de incultos y bárbaros, por mucha tradición de siglos que tuviese. Y así los antitaurinos recomendaron que la naciente sociedad cambiara de objetivo e invirtiera el capital recaudado en la construcción de un moderno alcantarillado.

Los pro plaza utilizaron en la defensa del ruedo argumentos tan curiosos como si servía de válvula de escape para desahogar emociones, algo así con lo que ocurre en el fútbol con el árbitro; o el más lógico, como que si sería buenísima para acrecentar el movimiento de personas de cara a incentivar el consumo comercial. Mismo razonamiento que ha utilizado cien años después el sector de hostelería y servicios local para defender la fiesta nacional durante los días de feria, pero al contrario que ahora, no hubo referéndum y el proyecto continuó adelante, celebrándose un banquete en el Círculo de Comercio tras la firma ante el notario Vicente Barona Cherp de los estatutos de la sociedad, que dieron el pistoletazo de salida para que Xàtiva contase con la primera plaza fija de piedra de su historia y dejarse de las portátiles de madera que los tablajeros setabenses montaban durante la feria de agosto u otras fiestas señaladas, en las aberturas urbanas más importantes, como la Bassa, Seu, Sant Jaume o el extrarradio urbano. La modernización de las conducciones de agua tuvieron que esperar aún algunos años, mientras Xàtiva disfrutaba de grandes corridas de toros y otros espectáculos complementarios, cuyos beneficios proporcionaban al menos asistencia a personas en riesgo de exclusión social. Vicios privados, públicas virtudes.

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