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Días «D'aixabegó»

Esta semana, por esta comarca de tierras blancas aún han sonado los últimos truenos de arcabuces y tracas festivas estivales. Desde Agullent, Bocairent, l'Olleria, Fontanars dels Alforins, la Pobla del Duc o Quatretonda. La que se dice capital comarcal, Ontinyent, con la celebración de esa suerte de día durmiente, l'aixabegó, el pasado martes, cuyos efectos se han extendido al resto de la semana, ha transitado entre balances festeros y preparación de la Vuelta Ciclista, cuyos efectos no serán mejores que los que obtuvo el alcalde Pepe Isbert en la impagable película que dirigió el valenciano García Berlanga, Bienvenido Mr. Marshall.

Del balance de la Setmana Gran que se ha ofrecido desde el gobierno ontinyentí lo peor no ha sido ese balance frívolo, desprovisto de análisis y de rigor, que se ofrecía y que recogía Levante EMV: «Ontinyent cifra en 200.000 los visitantes a los actos de fiestas de Moros i Cristians». Un número que ha dado paso a chanzas, ironías y descrédito en las redes sociales. No en balde, para avalar la firmeza de dicha suma se citan «datos de la Policía Local», sin más.

Pero lo malo de dicho balance son los efectos que pueden tener para los años venideros para la ciudad la autosatisfacción y autocomplacencia en la que parece haberse enrocado el gobierno de Jorge Rodríguez, evocando la máxima de un popular festero ya fallecido, tot massa bé. La autocomplacencia genera involución, acomodamiento y falta de la necesaria renovación. Mal harán desde el gobierno municipal y la Societat de Festers, como organizadora de las fiestas, en asirse a conceptos como «fiestas tradicionales», ignorando el día a día y los cambios sociales imprimidos por las permutas laborales, las comunicaciones, la sociedad global o las nuevas tecnologías.

No se aportan datos de la repercusión económica en la hostelería o el comercio, sectores que deberían ser los más beneficiados por la afluencia de esos, presuntos, 200.000 visitantes. Sin ir muy lejos, esta edición se hacía eco de la repercusión económica que había tenido en la hostelería local la reciente Fira de Xàtiva.

Cabe esperar que ante el inminente nuevo curso, la sequía por falta de lluvias que afecta desde el paraje del Pou Clar, pasando por fuentes de toda la vida, hasta el pantano de Bellús, no se extienda entre los gobernantes valldalbaidins, que deberán azuzar el ingenio y cumplir a rajatabla lo de que «la política es un arte». Si en este periodo entrante no son capaces de resolver la espina del Pla de Minimització, mejor que recojan los bártulos y se dediquen a cultivar lo que les sería propio, calabazas.

Ontinyent debe ir a Cuba. El pasado domingo este diario informaba que «Puig capitanea una misión a Cuba para estrechar lazos comerciales y culturales». Una iniciativa loable dados los vínculos históricos y sobre todo los nuevos tiempos que se ciernen sobre la mayor isla caribeña. Máxime vista desde Ontinyent, donde un empresario ontinyentí, Manuel Revert, además de una condecoración, goza de un busto recordatorio en pleno paseo de la avenida del puerto de la Habana, que le levantó el gobierno cubano en 1999. Los herederos de dicho fabricante textil regentan actualmente una tienda en la calle Obispo de la citada capital, además de familiarmente mantener buenos lazos de amistad con la familia Castro. Por esas circunstancia, y más que atañen a la industria textil, ahora que Puig aún no tiene cerrada la agenda para el viaje de octubre, Rodríguez debería mover alguna ficha al respecto.

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