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la ciudad de las damas

HÁGASE LA LUZ

Aágase la luz, fueron las primeras palabras que dijo Dios según el cronista anónimo del Génesis. Porque además de crear el Cielo y la Tierra en su primer día de trabajo, hizo horas extras diciendo también eso de «Hágase la luz», y lo llamó día y a las tinieblas, noche.

Luz, es lo que reclama una inmensa mayoría de la ciudadanía setabense, harta de caminar por calles que, al anochecer, parecen más propias del Londres de Jack el destripador, que de una ciudad del siglo XXI. Es un enorme déficit que sufre la ciudad y que ha sido reiteradamente denunciado. Como el tráfico, la limpieza o el aparcamiento, es una queja de carácter crónico, que no por repetida, deja de reflejar una realidad absolutamente insatisfactoria. Y así es para la población que camina a oscuras, a veces sin luz para meter la llave en la cerradura, o reconocer las caras de las personas con las que se cruza. Que teme por su integridad física en los cruces y pasos de peatones tanto como los conductores que han de conducir guiados más por la intuición que por la visión.

Los nuevos gobernantes, conscientes de la gravedad del problema, ya hace justo un año, en noviembre de 2015, anunciaron su intención de invertir nada menos que 230.000 euros, cofinanciados con la Diputación de Valencia, para la mejora tanto de la iluminación del centro histórico como del resto de calles de la ciudad. El problema se arrastra desde 2013 cuando se instalan 6000 bombillas LED en la ciudad, de forma técnicamente fallida y en farolas tan altas que la luz llega a la calle, convertida en un ligero resplandor. Se ha hablado, acertadamente de «un cambio tecnológico irresponsable», que es una suave manera de describir una actuación nefasta, incompetente y peligrosa de los anteriores gestores de la ciudad. Pero es una herencia que, como las deudas económicas, iba en el paquete del éxito electoral,reconocida en las promesas realizadas, que ahora se debe gestionar con honestidad. Pasos ha habido, indiscutiblemente, en ese sentido. De hecho para la Fira d'Agost de 2016 se recuperó la iluminación de la Colegiata o la plaza la Trinitat y se instalaron flamantes focos en el nuevo aparcamiento de Caldereria, con una inversión cercana a los 18.000 euros, según informó el propio Ayuntamiento de Xàtiva.

Sin embargo, en otras zonas, ajenas al casco histórico, se han hecho actuaciones puntuales, arreglando farolas o reforzando la iluminación de los pasos de peatones, que resultan totalmente insuficientes. Es un hecho contrastado, de la forma más cruel estos últimos días, que la iluminación, no es una cuestión estética sino un factor de seguridad que contribuye a evitar accidentes y permite un tránsito seguro. Por eso, es una de las primeras causas de quejas del vecindario, que no quiere que con la caída de la noche, las calles de la ciudad se conviertan en los negros túneles que ahora son. Por eso, este problema, esta carencia, debería ser, junto a otras, sin duda también relevantes pero no tan peligrosas, una de las primeras oportunidades de demostrar preocupación por las personas. Y eso exige articular una solución global que abarque todos los espacios urbanos habitados , siempre, es evidente, desde la sostenibilidad y el ahorro energético.

Xàtiva ha de ser esa ciudad iluminada y luminosa, donde la noche no sea una amenaza, ni un riesgo para las personas. La faena es ingente y los medios limitados, ya se sabe, pero está llegando la hora de hacer del cambio prometido una realidad tan clara y brillante como la luz del día.

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