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Joferdi y Azucena Fernández

En el presente año, y a lo largo del próximo, la central de Comisiones Obreras y el Partido Socialista Español, van a celebrar respectivamente su cincuenta y cuarenta aniversario de lucha por consolidar en España una democracia. Comisiones contribuyó a la democratización del régimen buscando infiltrarse en las estructuras del sindicalismo vertical de la dictadura; y el PSOE, facilitó la lenta transición hacia un régimen de partidos sin romper totalmente con el sistema anterior, para no soliviantar a un búnker franquista muy arraigado aún en todas las estructuras del estado. Tiempos difíciles como los que tuvo lidiar Joferdi a inicios de los años 30. Éste fue el pseudónimo con el que Jovino Fernández Díaz firmaba los artículos de una serie titulada Notas Ferroviarias, y que publicaba en el diario Trabajo «órgano del partido socialista y de la UGT». Europa, por entonces y como ahora, giraba hacia la derecha más conservadora, y una coalición radicalcedista, encabezada por Lerroux y Gil Robles, ganaba las elecciones para deshacer la obra legislativa socialista, mientras los fascismos irrumpían con fuerza en Italia y Alemania.

Joferdi era por entonces presidente del Consejo Obrero de Ferroviarios de la estación y socio fundador de la UGT local. Defendía la necesidad de transformar el capitalismo salvaje desde dentro. Seguía las tesis de Pablo Iglesias y postulaba la necesidad de conseguir a través de la presión sindical, que la política bipartidista tradicional liberal legislara a favor de la humanidad, para conseguir erradicar del mundo las guerras, la miseria, la ignorancia, la prostitución, y convirtiera la ciencia y el arte en patrimonio de todos. Jovino contribuyó a fundar la Casa Pueblo de la calle de San Francisco 46, y desde allí editar un periódico que explicara a los trabajadores porque era tan importante mantener al socialismo en el poder, para seguir desarrollando políticas que hoy nos parecen tan normales, pero que entonces eran harto revolucionarias, como: salarios mínimos, jornadas de ocho horas, seguros por accidente, desempleo, retiro —hoy jubilación. Además de la necesidad de implantar en España una profunda reforma agraria, o la conversión del trabajo, la vivienda, la educación o la sanidad en un derecho inherente a las personas.

Defensor del sindicalismo de oficio y, desde su experiencia como empleado de ferrocarril, apoyaba la nacionalización de todos los ferrocarriles de España, incluido el de Xàtiva, por entonces bajo la gestión de la Compañía del Norte, con la intención de abaratar el precio del billete, mejorar la red, la cantidad de trenes en circulación, los horarios y convertir a los ferroviarios en funcionarios profesionales, ya que un servicio público de interés general no podía estar gestionado por una empresa privada, ya que en su opinión pensaría más en los beneficios que en dar el mejor servicio posible, o que sus trabajadores ingresarían más por influencias, que por capacidad y preparación. No soportaba el capitalismo de amiguetes, los enchufismos, o la falta de educación en la relación entre patronos y obreros, ni que unos abusasen en cuestión de salarios ni horarios, ni los otros fallasen en la productividad y obligaciones laborales. Así, postuló como nadie una ética del trabajo, renegó de la violencia y del pistolerismo de algunos sindicalistas y miembros de la patronal. No fue partidario de la socialización en términos comunistas, ni de la lucha de clases, pero no estaba dispuesto a consentir la explotación, las arbitrariedades en la gestión, o el nepotismo. Tras el triunfo de la derecha «algunos jefes de la Compañía del Norte respirarán tranquilos», comentó irónicamente en las colaboraciones periodísticas de un medio escrito que pronto iba a ser clausurado, ya que para los más reaccionarios, Jovino era un hombre peligroso que instigaba a la revolución social. Aunque en verdad, más allá de su pensamiento, su ideario apelaba más al sentido común que a intereses de partido o a la fácil demagogia, tan vigente hoy en día.

Pero antes de la forzada desaparición de Joferdi, Jovino sufrió otra desgracia mucho peor, la pérdida de su hija Azucena, que moría fruto de una evitable enfermedad a los veinte años de edad. La Xàtiva socialista le organizó un sonado entierro civil, donde se rindió homenaje a la joven obrera del sindicato local del Arte textil, paseando su féretro desde la Casa Pueblo hasta la sede de la Unión Republicana, hoy Archivo Municipal. La muerte de Azucena fue el gran disgusto de su vida, preludio de otros muchos que le acabaron llevando a una fosa común localizada en Paterna, y a no tener derecho ni a un juicio justo, ni a la vida, ni a un entierro, ni a una sepultura digna. Fue, en mi opinión, el gran mártir del socialismo democrático en Xàtiva, y cuya biografía recuperaremos próximamente junto a la de su compañero Cantador, a través de la editorial Ulleye, junto a otros personajes de aquellos tiempos que siguen siendo unos grandes desconocidos a pesar de lo mucho que sufrieron por consolidar la democracia.

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