Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Que quede bien claro que iban con Susana Díaz

Al igual que se suele decir de los embarazos, donde no caben medias tintas: o se está embarazada o no, así compete señalar al alcalde ontinyentí, Jorge Rodríguez, tras no mostrar entusiasmo alguno hacía Susana Díaz en la reciente campaña socialista de las primarias. Al final sí que asintió para hacerse la foto, tanto en el paripé que se montó para reinaugurar un local de la asociación andaluza de Ontinyent que ya llevaba años en marcha como acompañándola al acto electoral de Xàtiva (más fotos). Una imagen vale más que mil palabras. Está meridianamente claro. Todo lo cual se resume en que Rodríguez, tras haber cumplido a rajatabla con los deseos y quimeras de su superior inmediato en el escalafón socialista, Ximo Puig, sirvió en bandeja la única victoria pírrica de una agrupación socialista en la Vall, digo de la candidata andaluza. Unos votos susanistas que, ciertamente, sabían a pesebre frente a la rebelión generalizada de la militancia, contraria al compadreo con las viejas glorias socialistas y por ende con la corrupción del PP. Por todo ello, esa misma noche electoral, cuando el escrutinio ya era abrumador e irreversible, fue el momento que el batle aprovechó para subir en una red social su único mensaje alusivo a las primarias: (22:50) «La més sincera enhorabona al meu secretari general Pedro Sánchez per la victòria a les primàries del PSOE . Tots ens hem d'unir ara».

Vaya, un sentir de concordia y de hacer piña que contrasta extremadamente con lo que a las 08:06 del mismo día 21 publicaba en la misma red social su secretario personal, Ricard Gallego: «Aniré hui a votar a Susana Díaz? perquè vull que una dona governe este partit i arribe a la Moncloa i perquè qui perd dues vegades unes eleccions ha de saber que el seu temps ha passat». Todo lo cual suscita varias cuestiones. Uno, que si Gallego actuó de motu propio, lo hizo temerariamente, a sabiendas que, como su mano derecha que es, implicaba a Rodríguez en la arenga. Dos. Si actuó en connivencia con el batle (poco probable), entonces este sale muy tocado del proceso electoral, con su credibilidad renovadora dentro del socialismo valenciano, tirada por los suelos. Y tres. Por todo ello Rodríguez está obligado a mover fichas en las próximas semanas, si quiere curarse en salud y salvar la reputación política de la que se había hecho acreedor. Los beneficios que Rodríguez puede obtener de su lealtad a Puig están en duda. Reconocido su disparate al apostar por la presidenta andaluza, el propio Ximo Puig, máximo responsable de los socialistas valencianos, manifestaba y reconocía, a posteriori, «los muchos errores que hemos podido cometer». Un mea culpa al que, en buena lid, el también presidente de la diputación está legitimado para exigir daños y prejuicios por embarcarle en tal desatino y no permitirle la neutralidad o un posicionamiento de baja intensidad (ir con Patxi López) que hubiera sido lo más sensato. Un acatamiento que, para que no hubiera dudas, se saldó con el respaldo mayoritario de la militancia ontinyentina a la representante de los dinosaurios socialistas (47 votos a Díaz frente a 18 a Sánchez). La Vall amaneció abrumadoramente sanchista. Un duro revés de las bases de la comarca a su secretario general, también Rodríguez, a quien la militancia afea que desde hace tres años aún no ha convocado ningún comité comarcal, entre otras orfandades. Si no quiere perder comba, que revise, mejore o releve su círculo más estrecho de colaboradores. Porque como bien sabe, lealtad apesebrada y ser competente no son la misma cosa.

Compartir el artículo

stats