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Del genocidio invisible de Jaume I al sambenito de Almansa

El congreso en Xàtiva sobre el urbicidio insta a derribar tópicos y a aprovechar la memoria como desarrollo

Gómez y Cerdà, ayer en el debate celebrado en Xàtiva. perales iborra

De la batalla del Puig, tras la que Jaume I entraba victorioso a València en 1238 y sentaba las bases del nuevo Regne, a la batalla de Almansa, donde en 1707 se enterraron los Furs, la personalidad política y jurídica propia y la oficialidad de la llengua de Ausiàs March. Del 9 d'Octubre al 25 d'Abril. Son dos batallas, dos fechas clave para el simbolismo valenciano. Pero qué hay detrás de ellas. Ayer, en la segunda jornada en Xàtiva del congreso Urbicidi: la destrucció de la ciutat per la violència humana, una conversación entre el periodista de Levante-EMV Paco Cerdà y el director del Museo Batalla de Almansa, Herminio Gómez, bajo el título Quan el tòpic ve d'Almansa, puso el foco en aquello que pocas veces rememoran los actos institucionales.

«Detrás del 9 d'Octubre, como recuerdan los especialistas del mundo islámico y Al Ándalus, se esconde el genocidio de una civilización islámica, con miles de asesinatos y deportaciones masivas que podría haber supuesto la expulsión de 75.000 musulmanes que vivían en su tierra. Es su propio urbicidio al que nosotros cerramos los ojos. También los expertos aluden al paso de las luces de la civilización islámica a las tinieblas medievales del cristianismo y a un contexto de degradación cultural. Detrás de la batalla de Almansa, por su parte, hay una población, la almanseña, a la que atribuimos todo nuestro mal posterior y que, en cambio, también sufrió los efectos de una batalla que, solo por azar geográfico, tuvo lugar en sus campos. Así que conviene derribar tópicos», reivindicó Cerdà ayer en Sant Domènec.

Almansa, también víctima

Herminio Gómez puso de relieve que Almansa sufrió la pérdida de las cosechas por los efectos devastadores de la batalla, el envenenamiento de los pozos de agua o los costes de atender por obligación a los 5.000 heridos, así como las muertes por miseria que sucedieron a la guerra. Y un dato: de las 43.000 personas que lucharon en la batalla, solo 20 eran naturales de Almansa. La población no tuvo nada que ver con las consecuencias que la confrontación bélica comportó para los valencianos, según quiso dejar patente en la conversación. Pero Almansa sí que está sacando réditos actuales de aquella guerra que preludió la crema de Xàtiva. Con rutas guiadas, con un museo específico, con la recreación de la batalla. Frente al olvido emergen la memoria y el aprovechamiento para el desarrollo local.

En otra ponencia de la jornada celebrada en el convento de Sant Domènec, el profesor Ramon Aznar y María Pilar Hernando, al reflexionar sobre la destrucción del Palau Reial de València en la Guerra del Francés y sus efectos simbólicos, dejaron una frase digna de recuerdo: «De la solemnidad del edificio hemos pasado a la melancolía por el vacío dejado por la destrucción del palacio. Ha implicado la desarticulación simbólica de uno de los puntos de poder de la ciudad de València». Y parecía que hablaban de la Xàtiva inmediatamente posterior a 1707, entre la melancolía y el vacío simbólico. Como dejó dicho la víspera el filósofo de la Carlos III de Madrid Carlos Thiebaut, una ciudad que ha sufrido un urbicidio debe cargar a cuestas con él durante el resto de la Historia. Y a lo más que puede aspirarse, agregó el ponente, es a encontrar un «relato del daño» que haga desaparecer el «resentimiento» por la herida.

Un gran conocedor de la Guerra de Sucesión en Cataluña, el profesor Joaquim Albareda, disertó ayer sobre el incendio y saqueo de poblaciones catalanas por parte

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