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Un brindis de paz por 1918

q uiso despedir la prensa liberal el año de 1917 con un brindis en recuerdo de los amigos muertos, los goces pasados, y por la paz mundial. A pesar de la neutralidad en la Gran Guerra, España era un país beligerante a causa de las refriegas en la colonia de Marruecos, las protestas obreras, y la ineficacia de unos partidos políticos que no encontraban la mayoría parlamentaria suficiente para gobernar sin sobresaltos, ante la presión de las fuerzas políticas emergentes, que no daban tregua al ejecutivo conservador de Eduardo Dato, cuyo máximo quebradero de cabeza se encontraba en el líder regionalista Francesc Cambó, quien pedía una profunda reforma constitucional para dotar a Cataluña de un estatuto de autonomía. El sistema de la Restauración tocaba su fin, y el bipartidismo también.

Después de la batalla de Verdún, había que agradecer la neutralidad al presidente Dato. La I Guerra Mundial parecía interminable, y todos se preguntaban si tras la dimisión del zar y la conquista del ejecutivo por los soviets de Lenin, Rusia saldría de la guerra, o los obreros alemanes se levantarían ante el káiser, para defenestrar otro imperio autoritario. Pero, poco importaba, porque con la entrada en la guerra de los Estados Unidos, pronto se acabaría con los alemanes y sus aliados, en un conflicto que contaba las bajas por millones. O al menos eso pensaban los aliadófilos.

Los tres años de neutralidad le habían evitado mucha sangre a España, pero habían generado pobreza para los trabajadores, y grandes fortunas, para los especuladores. España tenía que declarar la guerra a la codicia. Las principales producciones agrícolas de Xàtiva, las naranjas y el arroz, no encontraban salida en los mercados internacionales, a causa de la falta de vagones de transporte, de las acciones de los submarinos alemanes, o de decretos proteccionistas, en el caso de los cereales, cuya exportación estaba prohibida al ser productos indispensables para la subsistencia, y más cuando existía un déficit crónico de trigo. En Xàtiva, la barra de pan era cada vez más cara y pequeña. No se cubrían tampoco las necesidades en huevos, patatas, ni carne, que tenían que ser importados a precios muy elevados, para regocijo de los fletadores de transportes.

España no producía hierro ni acero suficientes para producir vagones que pudiesen transportar tantos kilos de naranjas a los puertos de embarque, donde los fletadores hacían también su agosto particular cobrando unos descomunales portes, que impedían que éstas llegasen a buen precio a los mercados ingleses. Y los comerciales las pagaban a precios irrisorios cuando estaban en los árboles, para que su transporte les fuese rentable. El oro naranja de antaño, quedaba en suspenso, en espera de la llegada de la anhelada paz, que acabará con la sangría de precios a la baja, y de la constante amenaza de los submarinos alemanes.

Carestía energética

A la encarecida cesta de la compra, se añadió también el aumento de precios del principal combustible de la época, el carbón, que vino también a amargar la despedida de 1917, a Xàtiva y media España. Y encima la nieve hizo acto de presencia en la capital de la Costera, con unos termómetros que rozaron los cuatro grados bajo cero. Pero como siempre, ésta pronto se deshizo, y no hubo tiempo para que los niños jugasen. Pero lo malo no estaba en la nieve, sino en que pillaba a la ciudad con el carbón a siete pesetas, cuando se encontraba. Y en muchas ocasiones, los salarios no daban para mantener los braseros encendidos toda la noche, ni se contaba con suficiente combustible para que la fábrica de gas diese luz a la ciudad, y energía a los motores de fábricas y talleres, que aún no habían optado por la electricidad.

Pero la Gran Guerra trajo consigo también cosas buenas, ya que la desgracia de que los hombres tuvieran que acudir al frente obligatoriamente, benefició indirectamente al naciente movimiento feminista. Las mujeres demostraron su valía en talleres y fábricas, y dejaron de estar relegadas a las actividades domésticas, o a ser meros objetos decorativos que sacar de paseo de cuando en cuando, y lo mejor es que el rudo trabajo, le permitió a las féminas librarse de la tiranía del corsé.

Por fin la mujer sería libre de los dictados de la moda, y libre también de movimientos para poder ser tan productiva como un caballero en cualquier clase de actividad laboral, y más cuando se demostraba científicamente que la brutal opresión del torso para moldear cinturas de avispa e inflar escotes de infarto, podía generar dolencias de hígado, estómago, problemas respiratorios y circulación, entre otras muchas dolencias. Y fue también un buen año para los trabajadores de la administración porque se pensaba hacer frente a la cultura del cesante, es decir, estabilizar las plantillas con independencia de los vaivenes políticos, y más cuando el año entrante iba a ser electoral, en un sistema viciado por los caciques, y prostituido por la falta de convicciones y dignidad ciudadana, que llevaba a votar con el estómago, y no con la conciencia.

Pero la falta de viandas, el frío o las corruptelas no alteraron la oferta lúdica que siguió vigente para despedir el 1917, y que podía comenzar con una visita a la feria de Navidad ubicada por entonces en la plaza la Bassa, y que a causa de la crisis, fue altamente deficitaria, o a disfrutar de algún espectáculo de cine y varietés en el cercano Salón Setabense, en el que echaban películas del apuesto cómico francés Max Línder, del que se rumoreaba había muerto en las trincheras, bulo del todo falso, para alivio de la parroquia femenina, mientras que la masculina podía disfrutar durante el cambio de rollo de celuloide, de las actuaciones de la cupletista Mary Calvo y de la belleza de la bailarina conocida como la Napolitana. Y ya entrada la noche, se brindaría en alguno de los bailes de los casinos de las sociedades musicales, obreras, o círculos políticos que había en la ciudad por la llegada de la paz. Curiosamente, cien años después, afortunadamente tenemos paz, al menos en Europa, y brindaremos de nuevo por la solución de problemas inherentes al panorama nacional como son la cuestión catalana, la corrupción, el paro, la carestía de vida, o la crisis naranjera, y de los que no sabremos como antaño, si habrá solución, o se prolongarán cien años más. Esperemos que no. Feliz 1918, perdón 2018, quería decir.

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