Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las fosas con represaliados setabenses en Xàtiva y Paterna

El viernes de la semana pasadacomenzó el trabajo de exhumación de los cadáveres de la fosa número 22 del cementerio de Paterna. En ella se localizan, entre otros, los restos de cuatro setabenses ejecutados a finales de julio de 1939. Así, según los registros de la necrópolis, allí yacen en teoría los huesos del maestro nacional Salvador Moya García; el jornalero Rafael Balaguer Balaguer; Rafael Pérez Fuentes; el ferroviario Emilio Sancho Soler, el empleado de banca Pedro García Liviano, y el líder sindical Jovino Fernández Díaz, el más conocido de todos, por haber sido el último alcalde de la República en tiempos de la Guerra Civil. En otra ocasión hablaremos de identidades, hoy lo haremos de fosas comunes, y concretamente, de las que tienen vecinos oriundos de la capital de la Costera.

Siguiendo estudios de Vicente Gabarda y Ricard Camil Torres, se calcula que por la prisión del Españoleto, hoy centro médico de especialidades, pasaron unos 1.300 presos políticos en el período que va de 1939 a 1942. No todos fueron setabenses, al abarcar su radio de acción todo el partido judicial, algo así como las comarcas centrales de hoy. De todos ellos, los citados autores apuntan que unos 53 condenados a muerte fueron naturales de Xàtiva: 22 no necesitaron ni salir de la ciudad para ser ejecutados. Los fusilaron ante la pared de la Casa Blanca, un antiguo campo de tiro de los años 20 utilizado en la postguerra como cadalso de republicanos, o más bien de cenetistas o ugetistas con sospechas de delitos de sangre. Hoy se ha convertido curiosamente en un canto a la vida, con la creación de una granja-escuela. Y el resto, unos 31, fueron fusilados en Paterna, en diferentes sacas, y sus cadáveres se repartieron además de en la fosa 22, en la 8, 95,96,111, 128 y 127

Si el coronel Lucas Mercadé tomaba posesión del Ayuntamiento de Xàtiva el 30 de marzo, y la victoria del bando franquista se proclamaba el 1 de abril de 1939, la orgía de sangre se iniciaba sólo un mes y medio después. Se abrieron diligencias, se practicaron detenciones, se celebraron juicios, se emitieron sentencias de muerte con una rapidez inusitada y, muchas veces, las pruebas condenatorias eran cobardes delaciones que buscaban venganza, posicionarse en la nueva coyuntura política o simplemente salvar el cuello, acusando a otro. Así, las 22 ejecuciones en suelo setabense se llevaron a cabo entre el 15 de mayo y el 13 de octubre de 1939, y los cadáveres fueron arrojados en dos fosas comunes abiertas en el cementerio municipal, las que parece ser fueron vaciadas aprovechando la reforma del cementerio histórico que se hizo hace algunos años, según cuenta Gabarda, en la que no se planificó ningún proceso de identificación ni de entrega de restos a los familiares tan minucioso, como sí se plantea ahora, en el caso de la fosa 22, de Paterna. Curioso.

Pero en el caso setabense, los familiares lo tuvieron más fácil para dotar a su ser querido de una sepultura digna. El cementerio de Xàtiva no estaba militarizado ni lejos de la ciudad, y las relaciones de vecindad „y un puñado de pesetas„ favorecía que los cadáveres pudiesen ser sacados de la fosa, como nos contaba hace tiempo la memoria histórica del primer fusilado de la Casa Blanca, Rafael Taengua Pla. Pagaron por una mortaja digna, con caja y foto incluida, y luego descubrieron en procesos de exhumación posteriores que los que sacaron el cuerpo de la fosa,no se molestaron en cambiar de ropa al cadáver como se tenía apalabrado, y éste fue enterrado con la ropa ensangrentada, y los impactos de bala y el tiro de gracia, incluidos.

En Paterna, al tratarse de sacas masivas y de fosas comunes gigantescas, parece que no hubo un registro exhaustivo de entierros, como sí se hubiera hecho de tratarse de nichos o panteones en una época de paz. Si a ello sumamos la lejanía de los familiares, la cantidad de presos de toda la geografía nacional que allí fueron ajusticiados, donde se amontonaban los cadáveres que podían tardar hasta un día o dos en ser enterrados, y que el cementerio constituía un espacio militarizado, vigilado por soldados embrutecidos por la guerra, llenos de odio, y que rompían cualquier elemento de identificación del enemigo al que deseaban borrar de la faz de la tierra, las tareas para sacar a un cadáver del negro pozo; para darle una sepultura digna a la que llevar flores, se dificultaban todavía más que en una urbe pequeña con unas relaciones de vecindad arraigadas.

Llegados a este punto, si se exhuma la fosa 22 al completo y para no caer en agravios comparativos, habrá que exhumarlas todas, a lo largo y ancho del territorio nacional, y por los dos bandos. El trabajo, por tanto, va a ser largo y costosísimo, y va a depender también de la voluntad política, es decir de las subvenciones. Después hay que tener en cuenta la opinión de los familiares; sobre todo, de los que han reclamado siempre la exhumación de los restos del abuelo o bisabuelo, y también leer la última voluntad de los fusilados, como la de José Cantador, por ejemplo, compañero sindicialista del alcalde Jovino en el último ayuntamiento republicano, que dejó carta escrita en la que pedía que no se moviesen sus restos; que se preocupasen de los vivos, su viuda e hijos. Y también vigilar a quién se mete en el panteón de ilustres, porque hay algunos fusilados que también fueron verdugos. O muchísimos ejecutados sin identificar ni memoria que reclame sus restos, ya sea por olvido, desidia o vergüenza por su nada honorable actuación en la retaguardia republicana.

Reubicación controvertida

Y, muy importante, en mi opinión: ser consecuentes con la ideología de los que murieron. No veo a Jovino, por ejemplo, en el panteón de ilustres de un cementerio católico cuando era un ateo convencido que siempre acompañó a José Tudela, primer alcalde de la República, a cualquier lado menos a misa. O que sus restos vuelvan a Xàtiva para reposar junto a los de Sarthou, todo un intelectual y secretario judicial que vino a glorificar innecesariamente la represión franquista en sus Efemérides setabenses, donde en su opinión para impartir justicia, se tenía que ejecutar a tantos o más, como los rojos habían hecho en la retaguardia republicana. Más bien, por tanto, pensamos que si los restos de todos los fusilados en la fosa 22 regresan a Xàtiva, deberían descansar en el cementerio civil, bien cerca de los padres del republicanismo setabense, las lápidas de Lino y Vicente Casesnoves Gandía. Sería lo más sensato a nuestro entender.

Compartir el artículo

stats